Sophie Divry: “Que no exista una literatura del hambre se debe a que durante siglos los escritores han sido de clases acomodadas»

Fotografía: Brigitte Bouchard

 
Entrevistamos a la escritora y periodista francesa Sophie Divry (Montpellier, 1979) a propósito de su novela Cuando el diablo salió del baño (Malpaso, 2016). La autora gala retrata la vida de una joven profesional en paro que se enfrenta a los efectos devastadores de la precariedad en los tiempos del neoliberalismo. La novela, además de apelar a elementos autobiográficos, está planteada a través de juegos retóricos, imaginación liberadora, digresiones y humor corrosivo. Divry es una figura emergente de las letras francesas tras la publicación de sus novelas Signatura 400 (Blackie Books, 2014), La condition pavillonaire (2014) y Journal d’un recommencement (2013).

[Leer un fragmento del libro]

El hambre es omnipresente en toda la novela. Un hambre fisiológico, pero también psicológico, económico, cultural… ¿Qué querías conseguir con esta omnipresencia?

Se habla poco del hambre en la literatura. Existen libros como Hambre (1890) de Knut HamsunSin blanca en París y Londres (1933) de George Orwell, o Ripley Bogle (1989) de McLiam Wilson, pero son casos literarios aislados.

George Orwell, 1933

Hacía mucho tiempo que quería hablar de la miseria, sobre todo por una cuestión de realismo: pagar facturas con un nudo en la garganta es una experiencia bastante común y, sorprendentemente, está poco presente en las novelas.

Además, este territorio permite una de las cosas que más me motiva de la escritura: esclarecer sensaciones y sentimientos que nacen de la fricción con el mundo. Es difícil describir la presión mental que representan el hambre, la pobreza y las vulneraciones de la dignidad, pero al mismo tiempo es apasionante.

Que una literatura del hambre no exista –o muy poco– se explica sin duda por el hecho de que durante siglos los escritores solo fueron reclutados entre las clases acomodadas.

Por otro lado, la miseria es un tema triste y, en el fondo, bastante común: no hay en ello nada novelesco. Puede presentar el riesgo de caer en el miserabilismo o en el periodismo.

No obstante, el hambre introduce una tensión, un deseo, una especie de bajo continuo musical que otorga un gran relieve a los personajes. Y existe también un hambre que aspira a una liberación más grande que la individual, pero que hoy en día parece, a fortiori en mi país, difícil de entrever. No sabemos de qué tenemos hambre, pero tenemos hambre, y políticamente eso nos tensa.

Malpaso Ediciones

¿De dónde surge el título de tu novela Cuando el diablo salió del baño?

Al principio quería titularla Paro, ya que es el tema central de la novela. Sin embargo, no terminaba de estar en consonancia con la imagen de libertad y fantasía que buscaba proyectar, de modo que acabé eligiendo una frase que aparece en la primera parte del libro.

La novela se nutre de diferentes formatos, de dibujos, de tipografías… ¿Qué te ha llevado a jugar con el aspecto formal?

El origen del libro responde a dos fuertes deseos. En primer lugar, llevar al terreno de la novela diversos aspectos relacionados con la necesidad económica. De ahí que la protagonista del libro reciba facturas, busque empleo o pase hambre. En segundo lugar, la imaginación, los personajes, los juegos y las tipografías vienen del deseo paralelo de plasmar todo aquello que quería sin ningún tipo de ataduras, prescindiendo del “como se debe” o de lo “literariamente correcto”.

Abundan las enumeraciones, las listas y las comparaciones de palabras. ¿Qué valor les otorgas en la construcción de la novela?

Todos estos juegos, enumeraciones e invenciones de palabras son necesarios para aportar un color complementario al tono sombrío del tema tratado: la precariedad. Como si al cierre de las posibilidades económicas de la protagonista correspondiese una apertura de las posibilidades literarias.

Editorial Capitán Swing

En un espacio en el que todo es de pago, limitado e imposible de alcanzar para la narradora, las enumeraciones, por el contrario, son gratuitas. Las palabras se acumulan, se llenan por sí solas, y jugar con ellas es dar gratuidad a lo gratuito.

Por lo demás, el paro no se resolverá con la literatura, sino con respuestas sociales. En mi novela busco un espacio de libertad artística en un mundo que me parece, en muchos aspectos, extremadamente constreñido.

Tenemos la tendencia a pensar que la protagonista, Sophie, se construye como una máscara de ti misma. ¿Qué te llevó a jugar con la autoficción?

Como dice Raymond Federman (1928-2009), un escritor franco-norteamericano cuyas novelas me han inspirado mucho para escribir la mía: “Yo es una herramienta”.

Al crear el personaje de Sophie, una escritora sin blanca en Lyon, dejo entrever que quizás se trate de una historia autobiográfica. Los lectores –en Francia especialmente están tan acostumbrados a la autoficción que caen con facilidad en la trampa, lo que origina un efecto de realismo y de curiosidad (un tanto piadosa o voyeur, aunque también enfática).

El hecho de transformarse una misma en personaje de ficción es un buen truco literario. Se trata precisamente de eso: convertir tu vida, fantaseada en literatura, en una ficción. Pero tranquilos: ¡ni tengo seis hermanos ni se me ha aparecido el Diablo!

Denis Diderot, 1796

Esta Sophie narradora entra en diálogo con los personajes e interpela al lector. Da la sensación de que estamos ante una escritura en construcción, que se está alimentando de toda una serie de digresiones. ¿Cómo te gustaría que este libro fuese leído?

Es una novela fragmentaria, dialógica, lo cual ya se hacía en los tiempos de Denis Diderot (1713-1784) o de Laurence Sterne (1713-1768).

Me gustaría que se leyera con libertad, como una propuesta para salir de la línea clara, narrativamente esperada y recta. Es también una llamada en contra de la seriedad y a favor de la lucha contra el espíritu de tristeza.

La novela se divide en tres partes que corresponden a tres momentos diferentes de un período corto en la vida de Sophie: su vida precaria en Lyon, su estancia en Montpellier y su vuelta a la realidad lionesa. ¿Se trata de una estructura que responde a la evolución que querías dar a tu personaje?

Es una buena pregunta. No escribí el libro de forma lineal, de hecho, solo después me di cuenta de la evolución del personaje.

En un primer momento hablo de la soledad y, a continuación, de la ayuda de la familia. Sin embargo, en un tercer momento la familia ya no puede ayudarla completamente, la infancia no solo se ha terminado, sino que las ideas y los caminos divergen. En este sentido, la familia solo puede consolar, pero no absolver, de modo que cada uno vuelve a su propia vida. Creo que es una reflexión característica de las personas de mi generación.

Jean Dubuffet (1901-1985)

Sophie es una joven periodista en el paro que depende de las ayudas del estado y es abiertamente pobre. ¿Es, de alguna manera, una metáfora de estos jóvenes demasiado cualificados perdidos en los caminos del empleo?

He querido crear un personaje bastante cercano a mí para no dar la sensación de que iba a hablar del paro en general.

Es alguien que tiene recursos: cultura, familia, una vivienda, etc. Y sí, creo que si no hubiese vivido momentos cercanos a los narrados, o si no hubiese conocido a muchas personas en situaciones complicadas y con trabajos esporádicos, no habría podido escribir este libro. Así pues, no es una coincidencia si se encuentran experiencias similares en los lectores.

A pesar de que los temas tratados sean duros (paro, precariedad o soledad), los abordas desde un humor a menudo ácido y descabellado. ¿El humor es el único medio para hablar de las cosas que atañen a cada vez más personas hoy en día?

Es el segundo deseo que mencioné anteriormente: divertirme, en el sentido de no prohibirme nada.

Me encontraba bajo la influencia de los escritos del pintor Jean Dubuffet (1901-1985) –muy liberadores– y de novelas como Salmigondis de Gilbert Sorrentino o Amer Eldorado (1974) de Raymond Federman. Estos dos libros son verdaderos delirios, fuegos artificiales, portadores de una vitalidad y de una libertad que fueron muy fecundas para mí. Ambos rompen con cierto espíritu de seriedad que nos induce a pensar que el arte tiene algo de gravedad, que debe ser tratado con deferencia.

Sophie Divry, escritora

Inscribiéndome en esa tradición, me he permitido ser bromista, extravagante y excesiva, ya que se trata de unas lecturas que liberan la imaginación y las formas. “La literatura es una fiesta”, como decía Paul Valéry (1871-1945).

Además, creo que el humor acaba siendo una forma de resistencia frente al marasmo político ambiental.

Como si dijéramos: ¡Los políticos ya se han adueñado de muchas cosas, pero no conseguirán nuestra alegría!
 

Sobre el autor
(Salon de Provence, 1986). Aunque nacida en Francia, España es, sin lugar a dudas, su país de adopción. De hecho, se especializó en literatura española y, concretamente, cursa un doctorado sobre dramaturgia contemporánea. Es co-directora de la Revista de Investigación Teatral Anagnórisis. Y, a pesar de la crisis, también co-dirige la Editorial Anagnórisis, sello digital especializado en teatro y estudios humanísticos.
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