«La mujer se levantó y miró por la ventana rasgada transversal, ante la cual, un poco más lejos, había algunos pinos que no se movían. Al pie de los árboles había varias filas de garajes particulares, de forma rectangular parecida, y, al igual que los bungalows, también con techumbres planas: delante, una calle de acceso en la cual un niño arrastraba un trineo por la acera sin nieve. Más allá, detrás de los árboles, abajo en el llano, estaban las últimas urbanizaciones de la gran ciudad, y un avión se elevaba en aquel momento del llano. El niño se acercó y le preguntó a la mujer, que estaba allí completamente abismada aunque no rígida, más bien en una actitud de abandono, que a dónde estaba mirando. La mujer no oyó nada, no parpadeó. El niño la zarandeó y gritó:
–¡Despierta!»
Peter Handke, 1976 | La mujer zurda | Trad: Eustaquio Barjau