Ocio Schwarzenegger
Después del cerdo Schwarzenegger, puerco robustísimo modificado genéticamente por la industria alimentaria, llega la hora del ocio Schwarzenegger: las producciones culturales hiperbólicas, la obesidad semiótica y la inflación metastásica de todos los signos.
¿Unas vacaciones a bordo del Royal Caribbean’s Harmony of the Seas, el crucero más grande del mundo? Let’s do it.
En el Harmony –que tiene como base de operaciones este verano la ciudad de Barcelona– todas las cifras, dimensiones, espacios de recreo y experiencias son superlativos: 7000 pasajeros, 2000 tripulantes fijos, 20 piscinas, simulador de olas, toboganes gigantes, casino, pista de patinaje, teatro para 1400 espectadores y 20 restaurantes temáticos, entre otras muchas y espectaculares propuestas.
El Harmony es un gigantesco hotel flotante y un parque temático vacacional fuera de serie. No lo dude.
¿Y qué me dice de una tarde con los niños en el Estadio Olímpico de Montjuïc para disfrutar en familia de las imposibles acrobacias de los Monster Trucks, vehículos gigantes de neumáticos SXXXL? Why not?
¿Y una inmersión de fin de semana con sus amigos en el Primavera Sound, festival musical en el que entre todos podremos superar el récord de 200.000 asistentes de la última edición? Agreguémonos. Yes, we can!
El crucerista en el estadio del espejo
Una de las evidencias que más llama la atención de los cruceristas del Harmony cuando uno los observa paseando por Barcelona es que la mayoría están obesos.
No se trata tan solo, en su caso, de un compulsivo colmar y repetir bandejas en el bufé libre en su extenuante tour por los 20 restaurantes del hotel flotante. Estamos, más bien, ante un curioso caso de simpatía entre el ADN del crucero y el ADN de los cruceristas.
Intercambio tan material como simbólico. Equiparación formal y transferencia entre las cadenas significantes de ambas entidades.
¿Estadio del espejo del crucerista que se ve reflejado e identificado con el crucero?
Tal vez. Solo sabemos, ante las evidencias, que el ocio Schwarzenegger produce sujetos ociosos henchidos a su imagen y semejanza.
Desregulación generalizada
El ocio se hincha, aumenta de volumen a base de una dieta compuesta de mercancías culturales anabolizadas, entretenimiento multitudinario y esteroides.
Paradójicamente, el trabajo adelgaza, se invisibiliza, se precariza, se vuelve intermitente, mientras que el ocio –y todos los significantes que este produce– se inflaman hasta ocupar todos los espacios y rendijas que el primero ha dejado al descubierto en su retirada.
En este orden de cosas, los signos, henchidos, proliferan y circulan entrópicamente en los límites del sentido, liberados, desatados de sus tradicionales obligaciones con sus referentes.
Es el mundo del “como si”, donde la hipérbole, el estereotipo, el posado y la especulación con las apariencias han desplazado a la añorada, segura y confortable fantasía de las esencias.
Entramos en la pantalla de la desregulación generalizada.
Njoy!