Luna Miguel: «Sin el blog no podría haber escrito mis libros, o sí, pero de otra manera»

A pesar de tener tan solo veintidós años la producción escrita de Luna Miguel es impresionante. Desde los quince mantiene a diario un blog desde el que irradia casi toda su actividad literaria y donde comparte sin pudor versos, filias, fobias y hasta su propia imagen con miles de seguidores. Entre sus poemarios destacan Poetry is not dead (2010), Pensamientos estériles (2011) y el recientemente publicado La tumba del marinero (2013). Además de su labor como traductora y periodista en SModa o Playground Magazine, ha escrito el relato Exhumación (2010), junto con Antonio J. Rodríguez, y ha coordinado las antologías Tenían 20 años y estaban locos (2011) y Sangrantes (2013).

En 2011, realizaste la antología Tenían veinte años y estaban locos. Los autores eran menores de 27 años y se habían iniciado en blogs como poetas. ¿Disponer de un gigantesco archivo de textos de todas las épocas en la red crees que ha condicionado su manera de acercarse a la literatura?

Con Tenían veinte años… la relación ahora es un tanto extraña, pero eso es algo que tanto las editoras de La Bella Varsovia como yo sabíamos que iba a pasar. Desde septiembre de 2011 hasta la fecha, los autores que la componen han publicado sus primeros libros, o han dejado de escribir, o se han dedicado más a la fotografía, o a la música, o a cualquier otra cosa. Supongo que esa antología no era nada definitivo, pero sí un empujón. Una llamada de atención ante una nueva ola de jóvenes interesados en la literatura que estaba llegando. Y es cierto. Internet es un factor que nos une. Una herramienta muy poderosa, pero sólo si sabemos utilizarla. Tenerlo todo al alcance no es lo mismo que saberlo todo, y ese, imagino, es el gran reto de los nuevos escritores o poetas que pueblan la red: llegar a seleccionar, a aprender y a descubrir, sin quedarse en la superficie de las cosas. Por lo demás, me resulta curioso que las grandes voces de lo que considero mi generación (en España), sean las de autores que han optado por la poca, o la más tímida, presencia en las redes sociales como Elena Medel, Unai Velasco o Berta García Faet, entre otros.

Recientemente has seleccionado ocho relatos para Playground Magazine, bajo el título de Ficción Rara, también con autores muy jóvenes –aunque más consolidados y de ámbito internacional– como Ben Brooks, Tao Lin, Antonio J. Rodríguez o Unai Velasco. ¿Cómo te planteaste el trabajo de edición en esta ocasión?

Si te soy sincera me gustaría haber hecho algo mucho más grande, pero el tiempo y el espacio sólo nos permitía realizar un ciclo breve y con menos autores. Hay que tener en cuenta que casi todos eran relatos inéditos –para lo cual tuvimos que dar tiempo a los autores– y que algunos precisaban ser traducidos. En un primer momento, la pretensión no era otra que reunir a varios autores que por su manera extraña, divertida, descarada y juvenil de narrar me parecían congeniar muchísimo. Conforme los relatos se iban publicando, yo sentía que la cosa podría ir más allá y que ahí me faltaban nombres como los de Blake Butler, Víctor Balcells, Sam Pink, Marie Calloway o Miqui Otero. Pero a pesar de eso estoy bastante contenta con el resultado. Playground es la mejor revista musical y de tendencias que hay ahora mismo en nuestro país y que su editor acepte una propuesta como esta triplica su grandeza. La literatura debería estar a diario en este tipo de publicaciones. Así que creo que Ficción rara ya es un gran paso.

Nietzsche dijo que una generación no es sino la vuelta que da la naturaleza para producir un genio, ¿como editora crees que estas antologías son el rodeo tras el que nos quedamos con una o dos voces interesantes?

Por supuesto, como he dicho antes creo que es algo natural. A veces pensamos que nuestra obsesión es una, pero luego es otra. Otras que nuestro talento es uno, pero luego es otro. Y así. Por lo pronto en este país sobran jóvenes poetas, y faltan jóvenes narradores. Ojalá pronto se equilibre la balanza… Lo mejor de todo: que aún queda tanto tiempo…

En Poetry is not dead parafraseas a Allen Ginsberg y dices «También he visto a los mejores cerebros de mi generación destruidos por el emoticono», ¿crees que la relación de los jóvenes con la tecnología tiene una cara amable y otra oculta, más frustrante?

Sí. La cara amable es toda esa comunicación y todas esas posibilidades que se nos presentan. La cara oscura y frustrante es toda esa envidia, ignoracia y tontería que también nos trae. Eso es algo que vemos día a día, en todos los ámbitos, en todas las edades. La educación de los niños debería comenzar por una buena educación sobre cómo utilizar Internet, pero es que los padres son los primeros que aún no lo saben.

¿Podrías hablarnos de tu blog –que cumple ahora siete años– y decirnos si la escritura diaria y los comentarios de los seguidores han influido en tu forma de entender la práctica literaria?

Mi relación con el blog es muy sana. Sin el blog no podría haber escrito mis libros. O sí, pero de otra manera. El blog me ayuda no sólo a plasmar mis obsesiones, sino a compartirlas, a que otros me recomienden y a ir creando un catálogo firme de lecturas a las que muchos de mis lectores se acercan y que a mí me ayudan a saber por dónde quiero ir. Todo el trabajo de documentación y de experiencia para la escritura de un libro también bebe mucho de todas estas cosas que he mencionado y que sin Internet serían imposibles. Es curioso cómo en siete años el blog ha conseguido tener una marca muy propia, con unos temas, referencias y estética muy reconocibles. Mi miedo: las copias. O como dije antes: los que leen sin leer. Los que pasan sin procurar comprender. Mi alegría: la vida que me ha dado. La energía. Las ganas de seguir y mejorar.

Pensamientos estériles está concebido, en este sentido, como un diario poético, ¿qué papel juega la autobiografía y el dietarismo en tu poesía?

Mi literatura es fuertemente autobiográfica. Posiblemente el de Pensamientos estériles sea el Yo más desnudo de todos. No sólo porque uno de los temas principales sea el sexo, sino porque está escrito como un documento con el que pretendía ir dejando constancia del día a día en una época muy determinada. Me obsesiona saber dónde estoy en cada momento. Y por qué escribo o dejo de escribir esto y lo otro… De ahí las marcas. La fijación por la época. Por el paso del tiempo.

Afirma Eloy Fdez. Porta que la red es un medio muy formalizado donde las emociones se codifican a partir del lenguaje y la tecnología, ¿es la Luna Miguel de Internet una construcción planificada, eres tú misma o ambas cosas a la vez?

Supongo que es una construcción natural que ha devenido planificada. Con esto quiero decir que desde figuras como Ignacio Escolar, a Dadanoias o a Popy Blasco, pasando por Tao Lin, todos los que hemos crecido e investigado nuestras propias formas de usar las redes lo hemos hecho naturalmente y ahora lo hemos sistematizado. Mi figura en Internet es muy parecida a la real –unas veces más que otras–. Lo curioso es que me lee más gente en la red que en papel. Y que me conoce más gente virtualmente que en persona. Eso tiene que significar algo.

Dice Antonio J. Rodríguez que La tumba del marinero «hace que los anteriores poemarios de Luna parezcan el entrenamiento para la maratón». ¿Piensas que es tu libro más intenso y «rumiado»?

Creo que es el libro más trabajado. Aunque en Pensamientos estériles ya había una forma y una intención más clara de “armadura” que en los dos anteriores, es cierto que La tumba del marinero ha significado un paso más allá. Tanto en la forma como en el contenido como en la propia concepción del libro. El libro lo escribí más o menos en un año, sabiendo la estructura que deseaba. Después vinieron otros dos años de corrección. El primer año fue muy intenso, dediqué todo mi tiempo y mis lecturas a investigar sobre lo que estaba escribiendo, pues, aunque sea un poemario basado en experiencias intimísimas, también necesitaba un entrenamiento total con mis lecturas, que fueron desde Sharon Olds a Julieta Valero, pasando por mucha poesía norteamericana contemporánea, mucha poesía francesa y mucho Edouard Levé. Pero en general, como decía, el proceso de corrección fue el más importante.

En «Ya no somos niños» hablas de «El miedo a no cantar más / las penas de la última infancia». ¿Hay tras La tumba del marinero la conciencia de dejar una etapa atrás e incertidumbre ante lo que está por venir?

Por supuesto, uno de los temas más latentes del libro –incluso más que la enfermedad, los celos o la biografía– es este de dejar una etapa atrás. Me interesaba marcar una diferencia entre quiénes éramos cuando vivíamos en el seno paterno y en quiénes nos convertimos cuando todo eso se acaba: cuando hay que trabajar, cuando hay que hacer las cosas por cuenta propia, cuando el mundo ya no es tan dulce como antes.

Algo que choca al leer tus poemas y tu blog es, por un lado, la presencia de lo físico, la sangre, los fluidos corporales, las heridas o el sexo y, por otro, la evanescencia, la virtualidad y la ligereza que conlleva el mundo digital. ¿Cómo crees que conviven estos dos polos en tus textos analógicos y digitales?

La tumba del marinero

Nunca lo había pensado así, pero quizá esta obsesión por la carne venga dada precisamente por este mundo tan poco carnal en el que vivimos. Seguiré reflexionando a propósito.

Hace poco comentabas en Facebook tu interés por el pesimismo y el dolor en la literatura del siglo XX, ¿a qué autores te referías en concreto?

Esto vino dado por un trabajo que estaba haciendo para la Universidad sobre el pesimismo o la oscuridad tras la II Guerra Mundial –en unos años muy específicos, es decir, en la posguerra–. Me interesé sobre todo por la figura de Paul Celan. Es un autor que siempre leo y releo, cuya obra me es difícil de comprender, pero que cuando consigue penetrar mi piel y mi pensamiento, no se marcha nunca.

En Sangrantes seleccionas una serie de autoras que tratan el motivo de la sangre –la menstrual, principalmente–. ¿Crees que es un tema central entre las autoras actuales?

Lo que hay dentro de Sangrantes es libertad. Cada una de las autoras ha tratado el tema a su manera, y eso es lo que me interesaba ante todo. Hay quien habla de la sangre como símbolo de la maternidad. Hay quien habla de la sangre como símbolo de la muerte. O también de los ciclos. O también de la donación, y por lo tanto de la vida. O también del sexo, etcétera. Creo que esta obsesión por lo corporal está muy presente en la poesía escrita por mujeres no sólo en la actualidad, sino a lo largo de muchas trayectorias, de muchas corrientes y de muchos años. Por lo tanto creo que tampoco es un tema fácil y lo interesante es ver cómo nuevas voces arrojan luz distinta sobre una obsesión tan universal.  Afortunadamente, en Sangrantes contamos con Estíbaliz Espinosa, con Miriam Reyes, con Natalia Litvinova, con Berta García Faet, con Elena Medel… ellas sí que lo consiguen.

Con respecto a Exhumación, más allá de la experiencia lúdica de escritura a cuatro manos junto a Antonio J. Rodríguez, ¿qué lugar crees ocupa esta nouvelle en tu carrera literaria y qué aporta lo poético a un libro de prosa como este?

En realidad en este librito invertimos los papeles. Antonio se volvió en una persona mucho más lírica y yo exploté el lado narrativo. Exhumación fue un juego que en realidad echo de menos. Siempre repito a mi pareja que quisiera volver a escribir algo con él. Supongo que esta pieza aporta algo importantísimo en mi carrera: y es el papel esencial que Antonio juega en mi vida, y en mi literatura.

Baudelaire escribió Spleen de París, Umbral su Spleen de Madrid y tú el poemario Spleen de Madriz, ¿puedes hablarnos de tu Spleen y de la relación sentimental que mantienes con esta ciudad?

Nací en Alcalá de Henares, por lo tanto siempre estaré condenada a pertenecer a la periferia madrileña. Los poemas del Spleen de Madriz pertenecen a una época en la que yo había regresado a Alcalá, a casa de mi abuela, tras 11 años en Almería. Cuando una llega a los 17 a una ciudad como Alcalá, sólo desea estar en Madrid. Y de ahí esa relación amor-odio con los transportes, el tiempo perdido (o recuperado), las ganas de estar sólo en la capital y de volver a abandonar el nido. Esto está muy presente tanto en Poetry is not dead, en Pensamientos estériles y también en algunas de las partes de La tumba del marinero (aunque ya mirado desde otra óptica).

Recientemente se ha publicado el Tumblr Servesa Bíar, «una antología ravalera, más o menos», en el que participas junto a varios amigos. ¿Cuál es tu relación con el Raval de Barcelona, un barrio de larga tradición literaria, etílica y canalla?

El Raval es un barrio del que he acabado harta –vivir en un primero en plena Rambla, con las cucarachas y el ruido, no es lo más recomendable– pero del que no puedo separarme. Ahora vivo en Ronda Sant Antoni, esto es, justo en el límite, lo que me permite seguir saliendo, paseando y viviendo diariamente sus calles. Me encanta La Central del Raval, creo que voy todos los días. Me encantan bares y restaurantes como el Manchester, el Rabipelao, Lo de Flor, el Tahití,  Veggie Garden, el C3Bar, el Kasparo, Mme. Jasmine… En el Raval he vivido algunos de los mejores y de los peores momentos de mi vida desde que estoy en Barcelona, y siempre quedo con mis amigos en los bares que he mencionado, o en las casas de quienes viven en el barrio. Sería imposible pensar que todo esto no nos influye a la hora de relacionarnos, o incluso a la hora de escribir. Por eso quise hacer el Tumblr de Servesa Bíar, porque estemos donde estemos o hagamos lo que hagamos en los próximos años, los que vivimos bebiendo a diario en el Manchester seguirán siendo muy especiales.

Luna y Antonio

Time Out dedicó la portada del mes de Mayo a la Poesía en Barcelona, ¿qué opinas del boom que está viviendo la poesía en sus múltiples formatos en esta y otras ciudades?

Podría ser un buen momento para la poesía, pero tenemos que aprovecharlo mejor. Hoy en día los libros se nos hacen tan caros y el tiempo pasa tan rápido que me da miedo que todo este “boom” del que hablas se quede en la superficie. Reconozco que a veces me da la impresión de que hay más “poetas” que “lectores de poesía”.

Internet ha propiciado la emergencia de un tipo de poesía rápida, sentimental y un tanto cursi. Ramón Gómez de la Serna decía que «Lo cursi, abriga». ¿Qué lugar crees que ocupa lo muy sentimental y lo cursi en la poesía?

Decía David Foster Wallace en un relato de La niña del pelo raro que la poesía es cursi y obvia. Esto enlaza con lo que tú dices del momento que vivimos, y con lo que yo respondía antes de la total desinformación y falta de honestidad que las redes puedan crear a veces en el terreno poético. Sigo pensando que hay más aspirantes a poeta que lectores de poesía, y eso me parece un horror. No se puede escribir sin leer… de ahí que seamos tan cursis… o más bien vacíos y obvios en la mayoría de los casos. Resumiendo: nos conformamos con poco.

Y para terminar, en el caso de España, ¿qué incidencia crees que ha podido tener el contexto de crisis en la actividad literaria de los más jóvenes, uno de los colectivos más afectados?

Si te soy sincera, no sé qué responder. Creo que, literariamente, los resultados se verán a la larga. Sí sé que es cierto que los jóvenes literatos viven ahora mismo en unas condiciones muy precarias, pero también que eso no impide su ansia de documentarse, trabajar o crear. Veremos qué nos cuentan los novelistas y poetas en los libros que están escribiendo ahora, y que veremos acabados dentro de unos años.

¡Gracias, Luna!

🙂
 

Sobre el autor
Trabaja en proyectos multimedia y arte electrónico desde finales de los 90. Ha sido profesor del grado en diseño de las escuelas Eina y Elisava de Barcelona. Es licenciado en Filología hispánica, máster en Teoría de la literatura y doctor por la Universidad de Barcelona. Codirige Pliego Suelto desde 2012. Actualmente es profesor en la UB. En los próximos meses publicará su primera novela «Costa del Silencio» con la editorial Tercero Incluido de Barcelona.
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