Manual de buenas prácticas para escritores postanalógicos y predigitales

Ilustración: Lola Abenza

 
Si tiene usted entre 0 y 47 años puede aplicársele con toda seguridad alguna de las dos etiquetas que encabezan este editorial. Resígnese, no patalee y límpiese los mocos, es lo que hay. Es usted un ser de entretiempos, indefinido, amorfo, ejemplo de una especie en transición. Too soon to digital, too late to analog que diría aquel.

De entrada, he de decirle que puede ir abandonando la secreta idea de convertirse en una Sylvia Plath, un Foster Wallace o un Borges del siglo XXI. Tal vez, con algo de suerte, llegue a ser recordado como aquel escritor segundón y mediocre que –por error o cosas del azar– dio con un elemento estilístico o tecnológico que ayudó a otros que vendrían después a iniciar otra cosa, ese otro algo digital, lo que sea que no conocemos y que excede nuestra imaginación y condición de posibilidades. Hay que joderse, hay que aceptarlo y, en la medida de lo posible, disfrutarlo. Nadie se acordará de nuestros textos cuando hayamos muerto.

Si usted es, como decía, menor de 47 y, además, mayor de 28, perdóneme, pero ha de saber que lo tiene realmente jodido. Entra usted en la franja de los postanalógicos, un subgrupo que se adapta muy mal a los tiempos que corren. Ha sido criado por dinosaurios analógicos, es usted un híbrido con un adn extraño para el presente predigital que atravesamos. Yo le recomendaría, de entrada, que abandonara la idea de escribir. Ha de saber que va a ser una total pérdida de tiempo, una actividad tan productiva como jugar al parchís. Si, aun así, insiste le daré unos consejos que quizá puedan serle de alguna utilidad.

Tematice Google Maps

Tematice, sí, tematice. Adopte los tópicos de la cultura digital en sus textos en papel. Escriba ficciones siguiendo la estructura del chat –y no critique tanto a jóvenes como Tao Lin, por favor, que se le ve el plumero–. Realice derivas psicogeográficas navegando a través de Google Maps por el extrarradio de su ciudad ­–a ser posible por polígonos abandonados y centros comerciales– y nárrelo tranquilamente desde su casa con un zumo de piña y Microsoft Word. Agustín Fernández Mallo y Sergio Chejfec lo han hecho ya con relativo éxito.

Escriba acerca de las aventuras y desventuras de un avatar digital, profundice en sus múltiples identidades fragmentadas, y si no las tiene, invénteselas. Si elige esta última opción le aconsejaría que pasara de Second Life, la realidad virtual no es lo que profetizaban los gurús analógicos de los ochenta, el 3D está un poco demodé. Relate sus peripecias desde Meetic o Facebook, es más resultón y seguro. Si siente, por último, que bulle en su interior un espíritu atrevido e innovador opte por escribir sobre ingeniería genética o reproducción asistida. Son temas menos trillados. Ahora bien, evite a toda costa los implantes, los iris de leds y el cyberpunk. El look Terminator ha envejecido muy mal y usted revelaría su primera identidad: la analógica.

También se me ocurre –pero no se lo aconsejo en absoluto– que ponga directamente pie en tierra digital. Escriba una novela en Twitter, inicie un proyecto de autoría compartida financiado a través de crowdfunding o componga un texto geolocalizado linkando a Spotify los puntos calientes del mapa a modo de topografía sonora e hipertextual. Todo esto está muy bien, no obstante, sepa que suena como muy netart, noventero, y que nadie le va a hacer puto caso. Si elige esta vía, escriba –como refuerzo– algún texto donde reflexione sobre el marco teórico y las nuevas tecnologías, utilice mucho las palabras interdisciplinar y multimodal y, sobre todo, trate de hacerse amigo de comisarios de los festivales Ars Electronica o Sónar+D.

Tatuajes y bits

Si, por otro lado, es usted un pipiolo predigital, es decir, menor de 28 años, tampoco se haga muchas ilusiones. Que los medios oportunistas le bautizaran como nativo digital o millenial no le hace menos rupestre en lo que a lo digital respecta. Acéptelo, lo digital no estará plenamente desarrollado ni instalado en nuestras vidas y hábitos hasta dentro de veinte o treinta años, como mínimo. Esto es solo un ensayo. Y recuerde, desde el invento de la imprenta hasta la redacción de la primera novela moderna, El Quijote, pasó más de un siglo y medio. Bienvenidos a la prehistoria.

Si es usted predigital, como decía, le recomiendo que mantenga una actividad frenética –rayana en el paroxismo– en redes sociales, Tumblr, Pinterest, Instagram, Flickr y todas las plataformas que se le ocurran. Esculpa su identidad digital, atomícese, contemple y juegue con la distancia que se abre entre sus diferentes yoes. Forma parte del experimento. Las generaciones venideras no se lo agradecerán pero será un paso previo necesario en pos de una futura narrativa digital mínimamente aceptable.

En paralelo, escriba poesía, publíquela en plaquettes o fanzines fotocopiados y acuda a recitales. Recréese en temáticas que impliquen sangre, fluidos corporales, suicidios, sexo, heridas, vino y enfermedades. Cultive lo extremo, tanto en lo físico como en lo virtual. Son las dos caras de lo predigital. Su tragedia. El eco de los últimos estertores analógicos y la evanescencia narcótica de los bits. Al hombre que pasa el día sentado, casi inmóvil, en su oficina frente al ordenador ejecutando leves cliks de mouse le sigue la tarde extenuante y sudorosa, el gimnasio, las pesas y el footing: Doctor Stephen Hawking y Mr. Schwarzenegger (antepenúltimo Remake, lo juro).

Libro Fetiche

Otra opción para los predigitales es dedicarse al mundo de la edición en papel. Publicar libros hiperbólicos, que se opongan mucho –pero mucho– a lo digital, para reafirmarlo, claro está. Libro objeto, libro regalo, libro de artista, libro ilustrado, ediciones únicas y limitadísimas que anuncien sin decirlo –a todo volumen– la decadencia de la industria editorial tradicional. Libros gruesos de tapa dura, ingrávidos, inspirados en los de Enid Blyton, con ese toque vintage –tan digital por otro lado– que la editorial Blackie Books ha sabido explotar tan bien. Un libro más analógico que lo analógico, hiperanalógico, o sea, digital. Y a la vez mucho autobombo molón en facebook, booktrailers, fiestas en Mutt, glamour, fantasías rurales, mdma y Primavera Sound. Editor y estrella del indierock predigital, sopese la idea.

Y, por último, la única y verdadera recomendación, para todos y para ninguno. No hablen nunca de la muerte de la novela ni mencionen las palabras malditas: paradigma digital. Eso solo lo hacen los analógicos. ¡Shht!
 

Sobre el autor
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8 total comments on this postSubmit yours
  1. Me parece que esto que escribes es para desorientados. Uno no escribe para ser famoso, escribe porque lo disfruta, y porque necesita hacerlo.
    Es muy fácil no acertar cuando se habla del futuro; a menos que hables de forma ambigua y oscura, como un buen profeta.

  2. Escribir en un medio que es en potencia difusión masiva (este es su código, su sustancialidad) es reconocer al menos implícitamente la fama, sin entrar en consideraciones porcentuales. Habría que aplicar el «correctivo Gombrowicz» a esta clase de observaciones: si escribes para ti, no lo publiques.

  3. W. Kyd: Me parece que no hablamos de lo mismo. No he dicho que el que escribe escribe para sólo para sí mismo, sino que, si lo que realmente quieres es escribir, lo que dice este artículo es completamente intrascendente.
    Por otra parte, sería bueno saber donde compran sus bolas de cristal u obtienen sus artes adivinatorias.
    Saludos.

  4. Nada se hace por sí mismo. Ni siquiera se come por comer, sino para no morir, por poner un ejemplo. Escribir por escribir es una ilusión decimonónica (l’art pour l’art, etc.).

  5. El hombre es el único animal que produce basura, así que no veo tan mal eso de escribir. Lo de escribir para poder vivir de ello tampoco me desagrada.

    Ahora, escribir adscribiéndose al peso que la tecnología tiene, y según la dirección que las distintas corrientes parecen tomar me parece un suicidio.

    Y más si valoramos las distintas herramientas que hay, no por cómo redundan en fortalecer nuestro perfil (lo que depende solo en parte de nuestra habilidad), sino por el respaldo que tienen en la comunidad. E.g. utilizar Tumblr si escribes sin párrafos puede matarte.

    Empieza bien, pero se desinfla. Vaya.

  6. Me parece que vivir de escribir debe ser una consecuencia y no una meta.
    De este artículo objeto el tono, pues detecto algo de un fatalismo resentido.
    Sólo tenemos el presente para actuar; lo demás queda en posibilidad, mas no en certeza.
    ¿Debe alguien ser valorado por lo que no fue en su tiempo?

  7. Gracias por vuestros comentarios, Hernán, Luis y Kyd. La verdad es que este texto, tal y como lo entiendo, ha de ser tomado con humor. Se trataba de exagerar un poco y de entrar en la polémica de lo digital de manera un tanto forzada. Creo que los escritores nos debemos plantear los cambios que acarrean las nuevas tecnologías en la práctica literaria. Estamos inmersos en ellos y nos falta perspectiva, claro. Esta es mi opinión, una más

  8. 😀 Los escritores deben darle muchas vueltas: hay más competencia pero más oportunidades.

    El tono es de humor, pero hay cosas con las que concuerdo, y otras con las que no, y me lié 😉

    Siruela, el que lleva ahora la editorial Atalanta, no cree en el ebook para las novelas. Cree que el libro del futuro son ediciones más cuidadas, con una producción mucho más exigente. El libro artesanal, dice. A ver.

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