«Editorial Candaya es una red de complicidades, un entusiasmo contagioso»

Paco Robles y Olga Martínez, editores de Candaya | Fotografía: Àngel Monlleó

 
Contra todo pronóstico, el tren de cercanías se detiene puntualmente en la estación de Vilafranca del Penedès. Según Google Maps, estamos a sesenta kilómetros de Plaça Catalunya. Olga y Paco, los editores de Candaya, nos reciben con la confirmación de que nos encontramos «fuera de la influencia de Barcelona». Paseamos por el casco antiguo, hasta que la resistencia del invierno a llegar a su fin no nos deja lugar a dudas: mejor refugiarnos en uno de estos café modernistas. Charlamos sobre su amor por América Latina, sobre cómo se hacen los libros y los vinos en este rincón de Catalunya. Olga recorre el catálogo de Candaya, orgullosa. Los ojos se le ponen brillosos cuando enumera a sus autores: Elvio Romero, Agustín Fernández Mallo, Ednodio Quintero, Sergio Chejfec. Paco la interrumpe. «Ya llevamos cincuenta ediciones, cuando alcancemos las cien, editaremos todos los prólogos que nos han escrito y cerraremos la editorial», me cuenta, entre risueño y melancólico. Ambos irradian entusiasmo y pasión por las palabras. Sin más preámbulos, acomodo el iPhone en el centro de la mesa y decido escucharlos, a ver si algo puedo aprender de su maravilloso olfato literario.

¿Cuál es la génesis de Candaya?

Paco: Candaya nace el 4 de diciembre de 2003. Todo sucedió con mucha prisa. Teníamos ganas de publicar a Elvio Romero, un poeta paraguayo que habíamos conocido. Su mujer nos advirtió que nos diéramos prisa, ya que Elvio tenía cáncer. Efectivamente, al poco tiempo, falleció. En Alicante se celebraba entonces el I Congreso de Literatura Paraguaya. Fue el primer acto en el que participamos, con una antología que preparamos con sus poemas, acompañada de un CD con la voz del autor, a semejanza de todos los poemarios que hemos ido publicando luego.

Olga: Elvio era el superviviente más joven de esa generación de poetas comprometidos. Era amigo de Neruda, de Nicolás Guillén, de Rafael Alberti, que fue su protector. Además, fue el primero en hacer una biografía de Miguel Hernández. Toda su filiación remitía a la literatura española. Es por eso que él tenía mucha ilusión en ser publicado en España. Ese fue el rol que jugó nuestra primera publicación, Contra la vida quieta. En el CD que acompaña al libro, se puede oír a Alberti recitar uno de los poemas que Elvio le había dedicado cincuenta años antes. Un poema cuyos versos iniciales rezan: “Las alas, sí, las alas / contra la vida quieta”. Creemos que resumen muy bien la poesía de Romero: es una poesía en movimiento, marcada por la lírica guaraní, por el caminar en la selva, pero también por el compromiso contra el inmovilismo. Siempre lo decimos: creamos Candaya un poco para publicar este libro. Nosotros somos profesores de literatura, nos gusta especialmente la latinoamericana. Cuando viajamos a Paraguay en 2001, nos encontramos con el poeta paraguayo más importante del siglo XX y descubrimos dos cosas: nunca habíamos oído hablar de él y nunca se había publicado en España a ningún poeta paraguayo. Pensamos que ahí había un espacio.

Paco: Nosotros teníamos una casa en ruinas en el Maresme que en el momento del boom inmobiliario logramos vender. De esta manera pudimos comprarnos un local en Canet de Mar, donde funciona nuestro almacén hasta el día de hoy. Hace cuatro años nos mudamos al Penedès, a Les Gunyoles, una aldea muy peculiar que no llega a los trecientos habitantes pero que sin embargo tiene tres cavas, un escultor buenísimo y hasta un restaurante donde sólo sirven comida medieval. El nombre de Candaya surgió releyendo El Quijote. En el episodio en que los Duques aragoneses se quieren reír de él, hay una escena en que lo convencen de montar el caballo Clavileño para surcar los espacios siderales y desencantar a unas mujeres atrapadas en el reino imaginario de Candaya. Además de su sonoridad, nos pareció una buena metáfora para darle nombre a nuestra iniciativa: cerrar los ojos y cruzar los amplios espacios que nos separaban de la literatura latinoamericana.

En esto consiste la vocación americanista de Candaya.

Olga: Exacto. Era una declaración de intenciones, de crear un espacio de encuentro en la literatura en español que se hace a ambos lados del Atlántico. Siempre con la idea de que se trataba de una única literatura. Sin embargo, tanto aquí como allá, constatamos que hay mucho desconocimiento mutuo, no sólo entre España y Latinoamérica sino también entre las propias literaturas americanas. Nosotros vamos a menudo a Venezuela y hemos comprobado que es rarísimo lo que se conoce de allí en Perú o en Argentina. Son literaturas muy aisladas.

Muy delimitadas por el Estado-Nación.

P: Sí, pero no sólo por eso. ¡También por las trabas burocráticas! En Venezuela o en Argentina ahora, ¡no digamos! La literatura no es considerada de los productos necesarios, entonces tienen un gravamen increíblemente alto.

O: Venga, Paco, nosotros no podemos hablar, ¡que aquí hemos puesto un 21% de IVA a la cultura! [Risas] Volviendo a la vocación americanista de Candaya, en efecto, se trata de nuestra seña de identidad. Antes de publicar a un autor, intentamos viajar por su geografía sentimental. Es entonces cuando descubrimos que se conoce apenas lo que publican Alfaguara, Anagrama y Mondadori.

P: En 2002, creé SoloLiteratura.com, un portal que llegó a tener alrededor de cuarenta mil visitas diarias. Candaya surge un poco también a raíz de este proyecto inicial, que permitió un intercambio muy valioso con escritores y profesores.

¿Cómo se fueron integrando al entramado mercantil del campo literario? ¿Qué métodos emplearon para entablar contacto con sus diferentes agentes?

P: Te pongo un ejemplo muy bonito. Actualmente, estamos apostando por la literatura venezolana. Hemos publicado seis o siete libros de los mejores narradores contemporáneos, Ednodio Quintero, Victoria De Stefano, así como el mejor poeta en lengua castellana de las últimas décadas, José Barroeta, entre otros. ¿Cómo llegas a Venezuela? Un verano en que no sabíamos a dónde irnos de vacaciones, leímos “El Hotel en una nube”, un artículo donde Enrique Vila-Matas hablaba del Hotel Los Frailes en los Andes venezolanos. Allí nos fuimos, siguiendo esta lectura. Por pura casualidad, fue allí donde conocimos a Ednodio Quintero, que luego se convertiría en el autor de nuestro primer ejemplar de narrativa, Mariana y los Comanches (2004). Fue Vila-Matas quien presentó la novela en Barcelona. Finalmente, el círculo se cerró cuando la Universidad de los Andes le otorgó el Doctorado Honoris Causa a Ednodio allí, en Mérida, Venezuela, acto al que asistimos junto a Vila-Matas, con quien nos alojamos en el Hotel Los Frailes.

En poco tiempo, os habéis transformado en una editorial de culto con autores de renombre. ¿Cómo se monta una editorial independiente con pocos recursos en el siglo XXI?

O: Alguien dijo una vez que Candaya es una red de complicidades. Hemos abierto un espacio para autores que son fundamentales en sus países pero aquí se desconocen. Hemos mencionado a Ednodio Quintero y a Victoria De Stefano, pero también podríamos hablar de Juan José Becerra o Sergio Chejfec, un autor absolutamente prestigioso, publicado en Argentina por Alfaguara, que sin embargo no apostó por él en España. Al igual que ocurre con autores latinoamericanos, también sucede con las apuestas que hicimos por la nueva narrativa y ensayística española: Agustín Fernández Mallo, Miguel Serrano, Jordi Carrión, Javier Moreno. Haber publicado a estos autores hace que te valore quien los descubra, como por ejemplo sucedió con los libreros de las dos librerías más prestigiosas de Madrid, “La buena vida” y “Tipos infames”, que tras una lectura fascinada de Chejfec se convirtieron en difusores de la editorial.

Cómplices…

P: Así es. Desde el diseñador y el gestor (que nunca quisieron cobrarnos nada durante nuestros primeros cuatro años) hasta gente que ha colaborado con las presentaciones y la promoción de los libros, sin olvidarnos de los prologuistas que han contribuido como el mismo Enrique Vila-Matas, Juan Villoro, Julio Llamazares, José María Merino. Todos fueron cómplices.

O: Ahora, por ejemplo, están trabajando con nosotros unos becarios del Máster de Edición, que han aportado un gran entusiasmo, otorgándonos visibilidad en las Redes Sociales. Candaya es un entusiasmo contagioso.

¿Cómo lleváis ser agentes dobles que traicionan la docencia con la edición y viceversa?

O: Pues… ¡Renunciando a los fines de semana! [Risas] Hemos transitado distintas épocas. Los dos somos profesores de instituto aquí en Vilafranca del Penedès. Ahora yo estoy a media jornada y Paco a jornada completa; el año pasado, los dos hacíamos media jornada. Nos gustaría mucho contar con más horas para la editorial. Pero si el coste es comenzar a publicar cosas que no nos gustan, preferimos seguir compaginando los dos trabajos. Nos da libertad para elegir. Nuestro gran capital es nuestro catálogo. Si a lo mejor nos equivocamos con algún autor, el error fue nuestro. Sin embargo, nunca se debió a que intentáramos seguir un criterio de publicación exclusivamente dirigido a lo que pensábamos que podía funcionar. Nuestro criterio se rige por la convicción de que cuando nos gusta un libro, por diferentes razones, pensamos que merece ser leído por otros. Cuando publicamos a autores jóvenes, somos conscientes que tienen sus imperfecciones, pero ese también es el camino que cualquier escritor necesita: el proceso de fogueo, de publicar, de que le lean, lo comenten. Por ejemplo, nosotros publicamos El círculo de los escritores asesinos (2005) de Diego Trelles Paz, que acaba de obtener el Premio Novela Francisco Casavella por Bioy (2012). Es gratificante cuando te das cuenta que has detectado a un escritor, alguien que desarrollará a lo largo de su carrera una voz propia interesante.

P: Lo malo es cuando te los quitan, como nos pasó con Nocilla Dream (2006). [Risas] Un libro que alcanzó las siete ediciones, treinta mil ejemplares, traducciones a varias lenguas, una edición limitada de diez mil ejemplares del Círculo de Lectores, hasta que viene la editorial potente y te hace una oferta que no se puede rechazar. Y qué le vas a hacer…

Contadnos un poco cómo fue la intrahistoria de la publicación de Nocilla Dream.

P: Fuimos a a Palma de Mallorca para presentar Unidad de lugar (2006), un libro de poesía de Carlos Vitale, y bueno, lo que pasa después de las presentaciones: que te vas a tomar una cerveza, un pa amb tomàquet. Olga estaba a un lado de la mesa; yo, en el otro. A donde sea que vayamos, nosotros tenemos el vicio de preguntar qué autores están sonando, si hay alguien que valga la pena. A los dos nos dijeron, personas completamente heterogéneas, que había un poeta que no había podido venir por haberse roto la cadera, que tenía un inédito que estaba muy bien. Poco tiempo después, él nos lo envió. Nos gustó enseguida. Fue un flechazo. Y eso que se trataba de una novela que había sido rechazada por muchísimas editoriales.

¿Cómo valoráis aquello que la prensa cultural de los últimos años denominó “Generación Nocilla” en el panorama literario actual?

P: Creo que Agustín Fernández Mallo supuso un revulsivo para una literatura que quizá venía siendo un poco monótona y cansina, salvo excepciones como la de Vila-Matas. No sé si tanto por Nocilla Dream en sí, sino por la necesidad de que se produjera este revulsivo y por el carácter de Agustín.

O: Personalmente, pienso que los medios no sólo crearon sino que también destruyeron la etiqueta de “Generación Nocilla”. Algo importante, de lo que me siento orgullosa por haber contribuido a ello, es que ha visibilizado una serie de nuevos escritores. Con valores literarios desiguales, eso sí. No todos tienen la potencia expresiva de Agustín, ni su intuición para captar cómo es nuestro mundo.

P: Yo me río cuando leo que Nocilla fue una cuestión de marketing. ¿Con qué medios? ¿Qué recursos teníamos? Éramos una editorial pequeña con un autor desconocido. Aún nos ha quedado el estupor de visualizar que realmente se puede alcanzar siete ediciones y más de un millón de entradas en Google sin ningún medio propagandístico.

¿Cuál es el influjo del Penedès en vuestra labor?

O: Al ser un lugar de la Cataluña interior, nosotros, que publicamos libros sólo en castellano, sobre todo latinoamericanos, llegamos aquí con mucha prevención. Para nuestra grata sorpresa, ¡enseguida nos convertimos en “Candaya, la editorial penedesenca”! A cualquier acto nuestro viene la televisión, la radio y la prensa local, fundamentales para la vida cultural de la zona. Con los libreros también tuvimos muy buena recepción. Hay muchísimo respeto por la cultura del otro. El Penedès es un lugar con unas señas de identidad muy marcadas, con un tejido cultural muy sólido, pero también es un espacio muy abierto. Por eso tienen tanta fuerza los grupos de cooperación, que son puntales en la región. Empezamos a formar parte de un lugar en que la tierra (por la omnipresencia del vino y el cava) es una forma de cultura.

P: Una vez, un chico me explicó cómo funcionaba una de las cavas de la aldea donde residimos. ¡Era muy parecido al proyecto de Candaya! Al igual que nosotros, ellos también van a buscar la calidad, el detalle, recuperan variedades perdidas, le dan prioridad a la presentación con pinturas en las etiquetas.

O: Quizá la gente no lo sabe: aquí hay cavas que son auténticos museos de arte contemporáneo. Uno entra a un lugar perdido, en el medio del campo, y se encuentra con formas muy refinadas de cultura.

P: La preparación de un vino y de un libro comparten la labor pausada, que requiere su tiempo y dedicación. En ambos casos, no sabes muy bien cómo te van a salir. Aquí las cavas todavía se rigen por las lunas, en el momento de recoger la uva, en el momento de embotellarla. La literatura, un poco también, está regida por las lunas, por la noche. La próxima vez, antes de publicar un libro, creo que vamos a tener en cuenta el calendario del payés. [Risas].

O: Cuando afuera nos preguntan, a propósito de una hipotética independencia de Cataluña, sobre qué va a pasar aquí con el gran mercado editorial en castellano, nosotros respondemos que ningún problema, que este siempre ha sido un lugar de paso, de encuentro de culturas. Lo seguirá siendo.

Fotografía: Àngel Monlleó

 
Hablemos un poco del futuro. ¿Habrá una dimensión digital en Candaya o seguiréis apostando exclusivamente por el papel?

P: Desde este año, se ha incorporado en nuestra plantilla, a media jornada, nuestro hijo Miquel, que ha acabado periodismo. Como en el sector de la comunicación el panorama está tan mal, él trabaja con nosotros por la mañana y por las tardes hace un Máster de edición. Uno de sus objetivos fundamentales, a partir de los próximos dos o tres meses, va a ser posicionar a Candaya dentro de la era digital. Nosotros creemos que no se puede ir en contra de los tiempos. La labor del editor va a seguir siendo la misma: no imprimir (como mucha gente piensa), ya que eso lo hace la imprenta, sino hacer de filtro y de puente, para que el texto llegue al lector.

O: Si ese es un camino para que haya más lectores, pues habrá que explorarlo. Eso sí, siempre defendiendo algo que yo creo fundamental: las librerías. Ahora, más que nunca, hay que apostar por la importancia de espacio de encuentro que significa una librería.

P: Durante un buen tiempo, creo que las ediciones van a ser siempre duales: en papel y en digital. Supongo que llegará un momento en que nos decantemos exclusivamente por lo segundo.

O: Lo que pasa es que queremos hacerlo bien, no equivocarnos en la plataforma que seleccionamos. Estamos estudiándolo.

¿Cuáles son los próximos proyectos que tenéis en mente?

O: Este ha sido un buen año para la exportación, sobre todo hacia Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Perú y Venezuela, siempre con sus dificultades un poco estrambóticas y surrealistas.

P: Sobre todo, teniendo en cuenta que la crisis ha sido tan fuerte (se ha notado muchísimo en el número de ventas en el país), hemos sobrevivido gracias a la exportación. Ha ido francamente bien.

O: Nos gustaría ir incorporando autores de diferentes países. Un vacío en Candaya es no haber publicado ningún autor colombiano o chileno. Estamos recibiendo muchos manuscritos ahora mismo. Este sueño de Candaya, como espacio de encuentro de escritores de aquí y de allá, poco a poco, se va cumpliendo.
 

Sobre el autor
(Buenos Aires, 1985), catalán por adopción, italiano por ley, brasileño y argentino por voluntad, es licenciado en Literaturas Comparadas por la Universidad de Barcelona y cuenta con un máster en «Littérature, Histoire, Société» por la Université Paris 7. Ha colaborado con distintos medios como Revista Quimera, Catalunya Ràdio y Eterna Cadencia. Actualmente, está escribiendo su tesis doctoral sobre literatura latinoamericana en Canadá, donde dicta clases de español para extranjeros y lee novelas policiales para sobrellevar mejor los nueve meses con lluvia fría de Vancouver.
1 comment on this postSubmit yours
  1. Muy hermoso proyecto.
    Hay que tender puentes; excelente mensaje.

    Ha sido de gran estímulo para mí que trato de ser editor de una pequeñísima editorial en Buenos Aires.

    Saludos y que la dicha sea mucha.

    🙂

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