Mutaciones actuales de El gran Gatsby: el esplendor de las ruinas

The Great Gatsby, Robert Redford. GQ Magazine, 1974

 
Tengo una teoría y estoy dispuesto a demostrarla:
Scott Fitzgerald no murió el 21 de diciembre de 1940
[…] vivió cien años, y murió en California en 1992.

Joaquín Pérez Azaústre, El gran Felton

El Gran Gatsby es, quizá, la novela estadounidense por antonomasia y la que refleja de una manera más clarividente el esplendor lujoso que antecede a la ruina, ¿se acuerdan del crack del 29? Un mundo hiperbólico y ultra-individualista, de fiestas desmedidas, de hedonismo desaforado, de caprichos triviales, de derroche inmaduro. Un mundo que en nuestro contexto podría asimilarse a la esplendorosa “fiesta del ladrillo” de los últimos años y que ahora nos muestra sus profundas cicatrices.

Dice Rodrigo Fresán que Francis Scott Fitzgerald representa el Santo Patrón de todos los escritores. Un escritor que fue “demasiadas personas”, experimentando con su propia vida –y echándola a perder– para darnos en la literatura una visión sublimada, no perfecta, pero sí arquetípica, de sí mismo. De ahí se infiere que los personajes de Fitzgerald sean una suerte de regeneración del novelista en otros seres, un espacio mítico donde encontraría acomodo poético y, por tanto, trascendencia, la idea estetizante de unos roarin´ twenties ávidos de placer como contraposición a una época que, como dijo el mismo Fitzgerald, se encontró con “todos los dioses muertos, las guerras combatidas y la fe en el hombre destruida”. La obra literaria de Fitzgerald –en especial su libro El gran Gatsby– es, pues, la crónica de un fin de fiesta colectivo, ¿les suena?

Fellini Satyricon (1969)

En El gran Gatsby, la reescritura se produce ya desde el título original, que más tarde sería descartado por el autor: Trimalchio, inequívoca referencia a un esclavo liberto que daba fiestas disparatadas en la Roma Imperial y que aparecía en El Satiricón de Petronio. En la novela, el escritor norteamericano ensaya además las técnicas del montaje. En las galeradas se produjeron diferentes ensamblajes de capítulos y escenas para realzar el efecto de delay temporal, pero también el proto-sampleo –pues las short stories “May Day” o “Absolution” se reacomodan– y la elongación, ya que El gran Gatsby es una reescritura ampliada del cuento “Winter Dreams”.

Y todo ello a partir de un motto expresado por Joseph Conrad en The Nigger of the Narcisus: la tarea del escritor es conseguir que el lector oiga, sienta, pero que ante todo vea. De ahí que Fitzgerald hoy consiga reinsertarse en ese cibermundo donde se da, en palabras de Fernando R. de la Flor, “una aurificación creciente de la imagen”. Una muestra palmaria de esta retroalimentación horaciana entre imagen y texto sería la edición de El gran Gatsby en Sexto Piso con ilustraciones cinematográficas de Jonny Ruzzo.

Great Gatsby for NES

En general, los remakes fitzgeraldianos han adoptado, preferentemente, tres formas: la imitación kitsch estetizante, la nostálgica y la paródica. En el primer grupo tiene un lugar destacado el videojuego The Great Gatsby for NES , una versión ocho bits con un grafismo deliberadamente empobrecido y que favorece el lado oscuro del sueño americano: aquí los métodos mafiosos de Jay Gatsby para hacerse rico se evidencian en planas y literales peleas a puñetazos contra bandas criminales rivales. Hemos cambiado al triunfador neoliberal por el canalla pendenciero. También existe, no obstante, el videojuego que opta por la versión vintage o retro, Classic Adventures: The Great Gatsby, con texturas suaves, líneas elegantes y unos colores que realzan el gusto del lujo y la sobriedad del comedimiento.

En lo que respecta a la nostalgia, la disciplina fundamental que la absorbe es la moda. En las colecciones de Marc Jacobs y Ralph Lauren de 2012, por ejemplo, se podía rastrear la persistencia de ese sueño dorado de la trascendencia efímera. Una felicidad representada a través del lujo y de la despreocupación, hedonista y especulativa –por quimérica y, en los actuales estándares de la crisis, impráctica–. Vestidos sueltos de cintura caída con estampados de flores o art decó, collares de perlas y sombreros clochés, guantes y cierta masculinización de lo femenino con chaquetas y pantalones anchos.

Moda y remake cinematográfico se daban la mano en la versión, hoy ya clásica, de 1974, en la que Gatsby (Robert Redford) vestía trajes de Ralph Lauren y zapatos de Alden Spectator, muy famosos en los años veinte. El guion de esta adaptación fue escrito ni más ni menos que por Francis Ford Coppola. Y es curioso, porque fue un rotundo fracaso. Igual que, en su momento, la propia novela de Fitzgerald. Sería solo el tiempo el que les daría a ambas el estatus de clásicos.

Asimsimo, este mes de mayo de 2013 veremos un nuevo remake en la pantalla. Esta vez correrá a cargo de Baz Luhrmann, con Leonardo di Caprio, Carey Mulligan y Tobey Maguire. Del diseño de vestuario se encargará Brook Brothers, precisamente la marca de trajes que solía vestir el mismo Fitzgerald en su época. De momento, sólo hemos podido considerar varios carteles y dos trailers –una suerte de videoclips hiperrealistas, rumbosos y vodevilescos–. Otro homenaje en forma de adaptación teatral es Gatz, de la compañía Elevator Repair Service , más cercana al apropiacionismo y al teatro de vanguardia (dura más de seis horas). En Gatz, un lector de El gran Gatsby se deja seducir por la novela (que lee entera en escena) mientras imagina que todos a su alrededor –la acción sucede en una oficina- se van convirtiendo en personajes de la obra.

En el tercer y último grupo, el del remake paródico, destaca el mashup The Late Gatsby, escrito por  S.A. Klipspringer, quien mezcla a Jay Gatsby nada menos que con vampiros. S. A. Klipspringer, de hecho, está reescribiendo toda la obra de Fitzgerald en clave de parodia. Entre los títulos elegidos, todavía en preparación, se encontrarán por ejemplo Tender is the flesh o The Bi-Curious Case of Benjamin Button & Other Erotic Tales. Y hablando de adaptaciones eróticas, en la España de los años setenta hubo también una recreación sensual de El Gran Gatsby publicada por la Editorial Actuales.

Con respecto a la customización, ese afán actual por personalizar el objeto en serie y así adaptarlo al gusto personal, no puedo resistirme mencionar la aberración humorística perpetrada por el cómico amateur internetero Darwin Doobers y que tituló The Great Gatsby tweet-a-thon or How Doobers Honored America. Como homenaje al día de la independencia, que se celebra el 4 de julio, Doobers realizó un ejercicio twittero, en 32 twits, de reapropiación de la Gran Novela Americana, replicando el título con variaciones paródicas, a las que más tarde añadió adaptaciones visuales complementarias del ejercicio verbal, creando una suerte de bestiario mutante.

Sin embargo, no hay mejor homenaje para un escritor que aquel que propician sus traductores, readaptando el texto literario a los estándares contextuales y lingüísticos de una nueva época. Así, tenemos que felicitarnos de que tenga el lector español a su disposición tres nuevas traducciones de El gran Gatsby: la de Justo Navarro para Anagrama, la de Miguel Temprano para RBA y la de José Luis Piquero para Plataforma Editorial. Claro que el lector debe saber que la novela ha pasado al dominio público, fuera de Estados Unidos, y ya no es necesario pagar derechos para adaptarla. Cuestión de dinero, pues, como siempre.
 

Sobre el autor
(Castellón, 1977) Graduado en Estudios Ingleses por la Universidad de Barcelona y diplomado en Literatura Creativa por la Escuela TAI-Madrid. Miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios), de la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Catalunya) y autor del libro de relatos «Fin de fiestas» (Suburbano, 2014). Escribe sobre arte, cultura y tendencias en The Objective, Letras Libres, Mondo Sonoro y Ruta 66, entre otras. En la actualidad trabaja como responsable de comunicación en el Grupo Anaya. www.jsdemontfort.com
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