Retrato de grupo con Nuevo Mundo al fondo

Aguirre, la cólera de Dios, Werner Herzog, 1972

 
Luces y sombras de la aventura americana

La conquista del Nuevo Mundo
Textos y documentos de la aventura americana

Mercedes Serna (ed.)
Castalia, Madrid, 2012.
445 págs. 10.90 euros

Posar los ojos en una temática tan compleja como la conquista americana es adentrarse en un territorio de arenas movedizas. Por ello, es preciso destacar, de entrada, el carácter binómico que encierra el descubrimiento1 y la colonización de América. Un continuo juego de contrarios, cuya materialización quedará plasmada normalmente en dos perspectivas opuestas: la visión del conquistador y la visión del aborigen. Dos tendencias que bien pueden quedar ejemplificadas, por un lado, a través del pensador francés Michael Montaigne y su ensayo “De los caníbales”2, y, por otro, a través de Roberto Fernández Retamar y su “Calibán. Apuntes sobre la cultura de nuestra América”3.

Shakespeare, como explica Fernández de Retamar, forja un anagrama: Calibán, a partir de “caníbal”, término que, a su vez, proviene de “caribe”. Así, para el dramaturgo inglés, Calibán-Caníbal es un esclavo salvaje y deforme para quien son pocas las injurias; mientras que, contrariamente, para Montaigne “nada hay de bárbaro ni de salvaje en esas naciones […] lo que ocurre es que cada cual llama barbarie a lo que es ajeno a sus costumbres”. El autor francés insiste:

Reconocer la barbarie y el horror que supone el comerse al enemigo, mas sí me sorprende que comprendamos y veamos sus faltas y seamos ciegos para reconocer las nuestras. Creo que es más bárbaro comerse a un hombre vivo que comérselo muerto; desgarrar por medio de suplicios y tormentos un cuerpo todavía lleno de vida, […] Esto es más bárbaro que asar el cuerpo de un hombre y comérselo, después de muerto [«De los caníbales», Montaigne]

Cuando en 1492 Cristóbal Colón divisa tierra –el paraíso terrenal– aquel Nuevo Mundo utópico y ansiado desde la antigüedad clásica deja de formar parte del anonimato para convertirse “en propiedad hispana” tras la conquista. El hallazgo del Nuevo Mundo supuso el acercamiento a una realidad desconocida y completamente distinta a la peninsular y europea del momento. Ante los ojos de los recién llegados se posa la visión paradisíaca, mítica y fantástica que tenían los antiguos y los contemporáneos acerca de la naturaleza.

Y surge, con ello, todo un nuevo elenco de posibilidades geográficas, culturales y literarias. Todo un universo que nombrar, describir, alabar, mitificar, destruir o vilipendiar. De este modo, el Nuevo Mundo se presenta para Occidente como el territorio –el edénico jardín– de las múltiples posibilidades; la visión de la otredad.

Tras el descubrimiento de América, y su profetizada llegada a través de las creencias indígenas, los hispanos iniciaron la conquista no solo mediante la toma y asedio geográfico, sino también cultural, humano, moral y lingüístico. En este sentido, el proceso conllevó aspectos y factores de diversa índole entre los que destacan: la ocupación geográfica, un notable aumento de la demografía autóctona, el mestizaje, el sincretismo y la imposición de una lengua, la castellana.

Un proceso de transculturación entre Europa (España y Portugal concretamente) y el nuevo continente, que dio lugar al mestizaje del que nació el criollo, el “hijo de la Chingada”, siguiendo la denominación de Octavio Paz4; a la vez que se originaba un consiguiente sincretismo religioso y cultural, basado en el intento de conciliar la doctrina cristiana con la tradición pagana.

Como se ha afirmado anteriormente, el carácter tan marcadamente binómico de la conquista americana ha desembocado, por lo general, en una tendencia: la característica versión degradada que ofrece el colonizador del hombre al que coloniza. Como declara el poeta y ensayista cubano Fernández de Retamar hacia 1930: “que nosotros mismos hayamos creído durante un tiempo en esa versión sólo prueba hasta qué punto estamos inficionados con la ideología del enemigo”.

En este sentido, La conquista del Nuevo Mundo. Textos y documentos de la aventura americana, de Mercedes Serna, profesora titular de la Universidad de Barcelona y especialista en literatura colonial, ofrece la oportunidad de revivir y adentrarse en los avatares de la aventura americana desde una nueva perspectiva: el trato y los derechos del indio, así como la visión particular que tuvieron los primeros conquistadores del descubrimiento de América. De este modo, se analiza el conjunto de textos que acompañó y facilitó el proceso de conquista y colonización del continente americano.

Precedida de un estudio preliminar en torno a la política de la conquista y organizada en tres apartados fundamentales, la publicación contiene el análisis y lectura de textos. Por un lado, de carácter legislativo y jurídico, entre los que destacan las capitulaciones, las bulas papales, las leyes de Burgos y Valladolid, el Requerimiento o las Leyes Nuevas. Por otro lado, la fascinante lectura de las primeras cartas y manifestaciones escritas por Cristóbal Colón, Vaz de Caminha, Américo Vespucio, Pedro Mártir o Gonzalo Fernández de Oviedo.

Se trata de un conjunto de textos donde se reproducen los primeros encuentros con los indígenas, la nueva realidad y el choque ante una nueva concepción del mundo. Todo ello, hasta desembocar, finalmente, en torno a los derechos de los indios y la legalización de la conquista a través de los escritos de Antonio Montesinos, Francisco Vitoria, Bartolomé de las Casas o Juan Ginés de Sepúlveda, acercando al lector a la conquista espiritual y la filosofía política.

Una exhaustiva edición con la que Mercedes Serna rinde homenaje al legado de una cultura que pertenece a nuestra comunidad policultural y multirracial5: la de los indios de América.  Un auténtico viaje histórico y literario, que introduce al lector en la aventura americana y le conduce a romper con tópicos e ideas preconcebidas; a reafirmar o variar la visión de unos acontecimientos, que han llegado hasta nuestros días bajo un único prisma, como la monocular visión respecto al indio.

Un ejemplo: la versión que tenía Ginés de Sepúlveda al afirmar que “hay que desterrar las torpezas nefandas y el portentoso crimen de devorar carne humana, crímenes que ofenden a la naturaleza, para que no sigan dando culto a los demonios en vez de dárselo a Dios, provocando con ello en altísimo grado la ira divina con estos monstruosos ritos y con la inmolación de víctimas”6. Discursos concebidos sin tener en cuenta las visiones poliédricas que contienen los sucesos históricos, como la caleidoscópica mirada de Bartolomé de las Casas al proclamar que:

Fue la más cruel especie de tiranía y más digna de fuego infernal que pudo ser imaginada, todas aquellas gentes son impedidas de recibir la fe y religión cristianas, por ocuparlos noches y días los españoles, sus infelices tiranos comenderos en las minas, y trabajos personales, y tributos increíbles, y con echarles cargas a cuestas que las lleven cientos y doscientas leguas como y peores que si fuesen bestias, y con perseguir y echar de los pueblos de los indios a los religiosos predicadores […], por no tener testigos de sus violencias, crueldades, latrocinios continuos y homicidios.7

Un viaje, al fin, donde van cayendo los muros que separan civilización y barbarie; vencedor y vencido.
 


1 Siguiendo las afirmaciones de Edmundo O’Gorman en su ensayo La invención de América, y de Mercedes Serna en su edición de Crónicas de Indias; Cristóbal Colón lejos de descubrir América, la inventó y configuró, adaptándola a las ideas preconcebidas tomadas de las concepciones cosmográficas de la Antigüedad, de las obras de Ptolomeo, Marino de Tiro, Aristóteles, Posidonio y las Sagradas Escrituras. Así, y bajo la concepción medieval de la historia como el desarrollo del propósito divino, las regiones míticas de Tarsis, Ofir, Saba, junto con las asiáticas de Catay, Manghi y Cipango; y  las lecturas de Marco Polo y el Imago Mundi, de Pierre d’Ailly son los puntos de referencia de Colón, que subrayan el carácter de geografía imaginada de América.
2 Michael Montaigne, Ensayos Escogidos, UNAM, México 1997.
3 Fernández Retamar, Roberto; Calibán. Apuntes sobre la cultura de nuestra América, La Habana, 1930.
4 Paz, Octavio. “Los hijos de la Malinche.” Cap. 4 en El laberinto de la Soledad. México: Cuadernos Americanos, 1947.
5 Fuentes, Carlos. La gran novela latinoamericana, Madrid, Alfaguara, 2011 (pp. 10-13)
6 y 7 Serna, Mercedes, La conquista del Nuevo Mundo. Textos y documentos de la aventura americana, Castalia, Madrid, 2012.

Bibliografía
Montaigne, Michael; Ensayos Escogidos, UNAM, México, 1997.
Link disponible en la Web: http://www.escarabajoescriba.com/uprcy/3201/canibales.pdf

Fernández Retamar, Roberto; Calibán. Apuntes sobre la cultura de nuestra América, La Habana, 1930. [En Revista Calibán. Revista Cubana de Pensamiento e Historia. Octubre-Noviembre-Diciembre 2008]
Link: http://www.revistacaliban.cu/articulo.php?article_id=15&numero=1

Fuentes, Carlos. La gran novela latinoamericana, Madrid, Alfaguara, 2011.

Paz, Octavio. “Los hijos de la Malinche.” Cap. 4 en El laberinto de la Soledad. México: Cuadernos Americanos, 1947.

O’Gorman, Edmundo; La invención de América, FCE, México, 1993.

Serna, Mercedes; Crónicas de Indias, Cátedra, Madrid, 2005.

 

Sobre el autor
Alma de barcelonesa (1988). Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Máster en Educación y profesora de jóvenes y adultos. Se define a sí misma como un poema vanguardista en endecasílabos: algo ilógico e irracional. Un secreto: confiesa que le tomó prestado “Un Nuevo Sol” a César Vallejo.
1 comment on this postSubmit yours
  1. A pesar de que la autora se define como ilógica e irracional, su artículo es un ejemplo de todo lo contrario.Es un muy buen artículo, donde se consigue el objetivo que se busca en toda reseña sobre una obra: una descripción global y precisa del contenido y de las ideas desarrolladas en la obra. Aparte de esto, se trata de un artículo muy bien estructurado y muy bien escrito.Felicito a su autora y espero que siga colaborando en esta revista.Buen trabajo.

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