A través de Casa de nadie (Candaya, 2022), el periodista y escritor Laureano Debat (Lobería, Argentina, 1981) experimenta una metamorfosis textual al incursionar en la novela partiendo de un hecho real: la convivencia en un piso compartido por el autor con una madre y una hija que trabajaban de prostitutas en Barcelona. Pliego Suelto conversa con Debat acerca de los nexos entre literatura y prostitución, del tránsito del yo de la realidad concreta a la ficcional o la mirada empática frente a la situación narrada. El autor ha publicado también el libro de crónicas Barcelona inconclusa (Candaya, 2017).
[Leer un fragmento de Casa de nadie]
Con Casa de nadie te inicias en el género de la novela. ¿Cómo se fue forjando este paso de cronista a novelista?
Fue un trabajo arduo pero muy interesante, de mucho aprendizaje. Y si bien se trata de cosas diferentes, creo que la crónica comparte con la novela ciertos mecanismos, sobre todo esa voracidad de absorber cosas de muchos otros géneros.
Casa de nadie es un libro con estructura de novela y que fue concebido a partir de muchos de los elementos técnicos y estéticos propios del género, pero también es una crónica de la intimidad de la prostitución doméstica. Una historia puntual que me tocó vivir de casualidad y que fue escrita desde un lugar muy concreto: el camerino del trabajo sexual.
Así que el paso de cronista a novelista, si bien implicó un trabajo intenso, también fue algo bastante natural. Llegué a esta historia por azar y decidí vivirla de una manera muy concreta para escribir sobre ella. Después todo fue cuestión de darle forma.
En cierta medida, tu novela parece estar en marcha en una de tus crónicas de Barcelona inconclusa. ¿Cómo se fue fraguando? ¿Cómo se da el paso de la experiencia vivida a la narración?
La experiencia vivida se convierte en narración gracias a las bitácoras que tomé mientras viví en la casa, el diálogo con mi propia memoria, las lecturas que utilicé para dar con el tono y para medir la magnitud de la historia que estaba contando y algunos experimentos narrativos que fui trazando durante el trabajo de escritura.
Cuando llegó la oportunidad de publicar Barcelona inconclusa, me pareció interesante que la primera crónica fuera la del primer mes de convivencia con Sonia y Jimena. Un libro que recoge la huella de muchos años buscando historias en la ciudad merecía iniciarse con algo de la primera gran historia que me tocó vivir en Barcelona. Y me divertía empezar un libro de crónicas en un espacio doméstico, porque los interiores también forman parte de la experiencia urbana.
El título de la novela ya nos advierte que vamos a entrar en una casa peculiar, un no-lugar que, no obstante, está habitado y es visitado por muchos, y en el que los lectores también penetramos. ¿Cómo surgió el título de Casa de nadie?
El primer título de la novela era La vida en rouge, pero no le convencía a nadie (ni a los editores ni a mí) y tampoco había una opción superadora.
Cuando hubo que poner un deadline para enviar el libro a imprenta empezamos a pensar en alternativas. Casa de nadie surgió durante una cena en un restaurante peruano de Zaragoza, con mi pareja Marta Armingol y nuestros amigos Marina Patrón Sánchez y Raúl Asencio. No sé si ayudó la acidez del ceviche o la contundencia del pisco, pero salimos de ahí con el título definitivo.
Muchos capítulos se inician con epígrafes que, de algún modo, insertan tu libro en una tradición literaria concreta, que se inicia ya en el siglo XIX. ¿Querías enmarcar tu novela en una corriente concreta o se debe a otras razones?
No tiene que ver tanto con enmarcar la novela dentro de una corriente específica, sino con el hecho de compartir con los lectores un aspecto clave en la escritura de la novela que fue la lectura y la investigación de una parte de la tradición literaria relacionada con la prostitución.
En diferentes obras encontré personajes, escenarios o situaciones en común con la historia que me tocó vivir, y también puntos de vista con los que debía romper. En la novela francesa del siglo XIX, por ejemplo, se dan estos dos casos. Hay cosas que aparecen en el París de Naná (Zolá, 1880) o de La dama de las camelias (Dumas, 1848) que se repiten en la Barcelona del siglo XXI, de otra manera, pero con roles bastante similares.
La diferencia principal, o la que me correspondía marcar como escritor del siglo XXI, tiene que ver con la mirada de un narrador desprovisto de cualquier juicio sobre el trabajo sexual y fuera de toda injerencia moral sobre el cuerpo femenino.
Fue algo en lo que puse mucho énfasis durante la escritura. Me gustó mucho que así lo interpretara, por ejemplo, Fernanda García Lao, una escritora que admiro muchísimo.
El punto de partida de la historia es tu convivencia durante nueve meses con dos prostitutas, madre e hija, en un piso del Eixample de Barcelona. Frente a lo escabroso que podría ser el asunto, lo tratas desde la intimidad, desde un voyeurismo respetuoso que ni juzga ni denuncia. ¿Tenías clara esta mirada empática desde el primer momento?
Sí, siempre lo tuve claro. Y lo hice así por varios motivos. Primero porque yo las quise mucho, tanto a Sonia como a Jimena, y sus historias siempre me resultaron fascinantes. En el momento de escribir sobre ellas el objetivo principal siempre fue que las personas que abrieran el libro y decidieran empezar a leerlo acabacaran también fascinadas.
Para conseguir esto me pienso a mí como lector y pienso también en el tipo de literatura que me gusta, esa que abre grietas y puertas para que yo me meta y participe, para que rellene el sentido y discuta con el texto, y me emocione o me aterre durante la lectura. Y para que esto suceda, los juicios morales deben estar fuera, el showing debe ganar al telling.
De hecho, he recibido comentarios muy diversos sobre la novela, lecturas muy diferentes. Y eso me llena de satisfacción porque, en definitiva, es lo que da sentido a ese acto a veces un poco absurdo de publicar un libro: ser el disparador de una discusión múltiple y con lecturas tan diversas como inesperadas.
Tú mismo estás en el centro de la historia, convirtiéndote así en personaje. ¿Cómo fuiste construyendo este “yo” ficcional?
Primero, estableciendo una suerte de pacto de lectura con las personas que llegan al libro, pensando en mi yo ficcional de la misma manera en la que construyo mi yo cronista. Yo presencié estos hechos, hablé con estas personas y te cuento lo que experimenté, escuché y vi desde mi punto de vista, de acuerdo a una determinada manera de ordenar la información y sin pretensiones de que lo que cuento sea una verdad absoluta sino una verdad muy concreta: que durante 9 meses del año 2010 conviví con una madre y una hija que trabajaban de prostitutas en Barcelona. Ese es el germen de esta historia.
Después está el narrador de la novela, ese yo ficcional que vendría a ser una construcción literaria de la versión 2010 de Laureano Debat a la que tuve que llegar a través de un trabajo de inevitable de reconstrucción y de diálogo con mi yo de hoy. Y ahí pasaron muchas cosas, entre las cuales evité a toda costa la ilusión de la nostalgia y busqué ser lo más fiel posible a cómo sentí, miré y viví durante esos meses en la casa.
De hecho, elaboras un vademécum que recoge la parte menos visible del oficio que ejercen las protagonistas y que, sin embargo, configura una parte esencial de su día a día. ¿Qué te interesaba de este contrapunto farmacológico?
Ellas tenían una evidente tendencia a la automedicación y tomaban muchas pastillas, todo el tiempo, para todo. Era muy habitual verlas abrir un cajón enorme, sacar pastillas de los blísteres y tomar tres, cuatro o cinco a la vez. Cuando no estaban en la cocina, yo abría ese cajón y tomaba nota de los medicamentos que había.
Para mostrar esta continuidad en la novela, decidí trabajar con el estilo de ficha farmacológica que tienen los textos del vademécum. Y me servían como disparadores para seguir contando cosas de las chicas a través de la ingesta de determinadas pastillas.
Fue un lindo desafío literario y creo que en el contexto de la novela quedaron bien, representan una suerte de respiro o de pausa en la trama. E intentan alumbrar algunos aspectos laterales de los personajes principales.