Una belleza inquietante: apuntes sobre «Del álbum de un cazador», de Iván Turguéniev

Detalle cubierta edición rusa «Del álbum de un cazador», Iván Turguéniev, 1852

 
Del álbum de un cazador es una de las más célebres colecciones de relatos del escritor ruso Iván Turguéniev (1818-1883). Nuestro colaborador Rodrigo López Romero, a partir de la edición de Mario Muchnik-El Aleph (2011), analiza los mecanismos narrativos y estéticos de la obra, donde además del elogio del viaje también está presente la arbitrariedad e injusticia del sistema de servidumbre de la Rusia imperial.

Publicado en 1852, Del álbum de un cazador tuvo una controvertida recepción, la cual, junto a su obituario por la muerte de Gogol, le ocasionó a Turguéniev una reclusión temporal.

Los relatos que conforman el libro están organizados mediante las diversas salidas al campo del narrador, donde este conoce distintos albergues y compañeros durante la travesía, ya sean estos campesinos o terratenientes. Es importante en los cuentos la figura del cazador, colocado entre la fijeza y el movimiento, siempre a la escucha. Como el mismo narrador señala: «Una de las principales ventajas de cazar […] es que obliga a desplazarse de un lado a otro sin cesar, lo cual para alguien sin ninguna ocupación es de lo más agradable».

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Harold Bloom, 2017

Harold Bloom resaltaba la «belleza inquietante» del libro, sin olvidar el interés del autor por Shakespeare, y su habilidad para «redescubrir lo humano» y evitar enjuiciar a sus personajes. En este sentido, el autor de Primer amor (1860) y Padres e hijos (1862) sabe captar con destreza las simpatías o los desdenes repentinos, los gradientes de relación entre personas de condiciones semejantes o ligeramente disímiles.

El texto que abre el libro, “El Turón y Kalínich”, por ejemplo, encierra una discusión sobre la libertad y la dependencia, encarnada en un próspero siervo que rehúsa a comprar su libertad y prefiere pagarle al amo un alquiler que este aumenta anualmente. El segundo relato, por su parte, presenta a una campesina que fue llevada como dama de compañía a una casa señorial, y que es devuelta al campo vestida con harapos al descubrirse su embarazo.

Se trata de historias que el narrador ya había escuchado, y que son renovadas al conocer a los involucrados.

Con el bosque, los manantiales o los graneros como espacios que anulan las distinciones sociales, Turguéniev se encuentra con individuos que revelan en pocas líneas su idiosincrasia y su pasado: «Uno puede vivir durante mucho tiempo con alguien en los términos más amigables, y aún así no mantener ni una sola conversación sincera con él, desde el fondo del alma; mientras que con otra persona a la que uno acaba de conocer, en un momento uno le suelta entera la historia de la propia vida».

Se cuenta que cuando Gogol leyó un fragmento inédito de Almas muertas (1842) a Pushkin, este se ensombreció exclamando: «¡Dios mío, qué triste es nuestra Rusia!».

También los cuentos de esta colección de Turguéniev coinciden en el interés por narrar la vida de los desposeídos. En este sentido, Del álbum de un cazador puede ser considerado como un referente para la reforma emancipadora del Zar Alejandro II unos años después. Unos textos que componen un fresco de la Rusia rural de mediados del siglo XIX.

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Nikolái Gógol, 1842

En los relatos de Turguéniev, el narrador deja espacio para el silencio, que muchas veces se resuelve en impotencia. Si bien las vidas presentadas llegan a conmover, no hay en estas páginas patetismo fácil. Turguéniev es ante todo un observador, registra el discurrir de un viejo sistema en un país que en aquel entonces contaba con un ochenta por ciento de campesinos.

No faltan, sin embargo, las escenas penosas. En una ocasión, habiéndole preguntado el narrador a un campesino si no eran mejores los tiempos pasados, este le cuenta la historia de cómo su abuelo le quitó tierras mediante una golpiza brutal. En otro relato, “El médico del distrito”, el autor ruso presenta la confesión de un doctor que se enamora de una moribunda.

En el libro aparecen historias agridulces de viudos que huyen con sus cuñadas, hombres arruinados y administradores injustos, pero también hay sitio para lo enigmático. En “La pradera de Bezhin” el narrador se pierde tras un día de cacería, y consigue llegar a una fogata donde unos niños cuidan caballos. Fingiéndose dormido, escucha su charla llena de aparecidos, rusalkas e interpretaciones de los sonidos de la noche. En otro relato, el lector acompaña al narrador a un concurso de canto en una taberna donde la música desemboca en un rapto entre los asistentes, espía los pleitos de una pequeña oficina y conoce a un guardabosques implacable con los transgresores.

Turguéniev revela con pocos trazos personalidades complejas y contradictorias, incluyendo la suya propia, pues la figura del cazador encierra connotaciones negativas. Como en el caso de un viejo tenido por santo que le reprende al verlo abatir un ave: «¡Tú no vas a comértelo! Lo has matado por divertirte».

Por otro lado, el sueño es uno de los umbrales donde el narrador presencia secretos y confesiones. Ya sea porque despierta de una siesta en el bosque para descubrir cómo una joven campesina es maltratada por un sirviente pretencioso, ya sea porque el insomnio provoque la confesión de su compañero de habitación, un hombre sin originalidad que ha perdido el respeto de sus vecinos y que es sistemáticamente ignorado por todos a su alrededor, uno de aquellos pobres diablos tan presentes en las letras rusas.

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Iván Turguéniev, 1852

Más allá de la sucesión de estampas que pueda percibir un lector contemporáneo, Del álbum de un cazador es una reflexión sobre la soledad, donde lo humano aparece desde una mirada levemente distanciada.

Los cuentos exploran una gran gama de registros que incluye también lo humorístico y lo enternecedor. Asimismo, las descripciones de la naturaleza (elogiadas por Tolstoi) parecen contrastar con la realidad de sometimiento y deuda que experimentan los personajes, y constituyen una parte notable de la textura y la profundidad de los relatos de Turguéniev. A este respecto, se ha de destacar la precisa descripción del bosque y la estepa, a diferentes horas y a través de las estaciones, del cuento que cierra el libro.

En este sentido, las páginas de Del álbum de un cazador han de observarse también como un elogio a la movilidad de los viajes, a la empatía y la docilidad para la escucha que produce el hallarse en un sitio desconocido.

En su poema “A Eugenio”, Joseph Brodsky coloca como epígrafe una línea de Pushkin: «En cualquier elemento el hombre es tirano, prisionero o traidor». Pese a la severidad de esta sentencia, y su confirmación en muchos de los relatos de Turguéniev, existen escenas en Del álbum de un cazador que también permiten concebir otras relaciones y encuentros, aunque muchas veces estos sean sutiles y fugaces.
 

Sobre el autor
(México, 1992) Ha colaborado con las revistas «La palabra y el hombre», «Luvina», «Primera página», «El coloquio de los perros» y «Pliego suelto».
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