Basura (Ed.Tránsito, 2022) de Sylvia Aguilar Zéleny (México, 1973) es una novela descarnada sobre la historia de tres mujeres del área fronteriza de El Paso (EE.UU) y Ciudad Juárez (México). Pliego Suelto conversa con la autora, que también dirige el Programa de Escritura Creativa en la Universidad de Texas, acerca de un libro caracterizado por la riqueza del lenguaje y la inmersión directa en la problemática de la violencia estructural, en el tratamiento de diversos aspectos de la otredad y en la construcción de la fraternidad y ayuda mutua en contextos marginales.
[Leer un fragmento de Basura]
Hace unos meses salió en España tu novela Basura (Tránsito), aunque se publicó en México en 2018 (Nitro/Press). ¿Cómo estás viviendo esta nueva edición?
Estoy refeliz. No solo porque ha sido publicada por una editorial que admiraba de lejos, sino porque trabajar en esta edición con Sol Salama me permitió volver al libro original y, ahora sí, escribirlo bien.
En el pulir del texto para su versión final Sol observó cosas que en su momento no había resuelto o desarrollado del todo, así que siento que esta novela ahora sí se ve como debería verse y ser.
En el libro hablas de diversos temas que tienen como telón de fondo Ciudad Juárez. ¿Crees que el retrato que se percibe de la ciudad en tu novela sigue vigente hoy en día?
Más bien siento que es un retrato que se ha extendido por México, Centro y Sudamérica. Vivimos momentos de violencia, de extrema pobreza, de descuidos afectivos que han ido fracturándonos en muchos sentidos.
Ha sido curioso escuchar los comentarios de gente en España, y luego de gente en Argentina, y cómo reconocen, y desconocen al mismo tiempo, este mundo (no tan) ficcional de los tres personajes.
La frontera es uno de los temas más potentes de la novela porque actúa en diferentes niveles. El más obvio sería la frontera física que separa El Paso (EE.UU) y Ciudad Juárez (México), ambas urbes conectadas por el basurero. ¿Por qué decidiste localizar la trama entre estas dos ciudades?
Porque tengo clarísimo que la frontera no es México y no es Estados Unidos. Es decir, no es la división entre dos países, sino que se vuelve un espacio social-geográfico-cultural-político en sí mismo, y que en el subyacen todos los efectos del capitalismo, del patriarcado, del neoliberallismo…
Todo está representado ahí, en el cruce, en el muro, en quien puede ir de un lugar a otro y quien no, quien está de paso huyendo de o en busca de.
El basurero, por lo tanto, tiene otra connotación, no es solo un basurero cualquiera (“vertedero”, como le dicen en España, una palabra demasiado chula para lo que es) sino el de ESTA frontera, reconocida por ser el cruce principal de personas, contrabando, etc.
Esta frontera es una versión micro del mundo contemporáneo.
La narración avanza a través de las vivencias de tres mujeres, principalmente. ¿Cómo llegas a la creación de estos personajes?
Es curioso porque originalmente Basura iba a ser un libro de cuentos. Mi premisa era narrar la historia de diversos personajes con la basura a ratos como metáfora; a ratos como un asunto literal que atraviesa sus vidas. Pero entonces, en un taller con Luisa Valenzuela, ella me insistió que esto era novela. ¡Y una no le dice no a Luisa!
La cosa es que no me dijo cómo hacerlo. Así que de los cuentos que tallereé con ella me quedé con estos tres y sus protagonistas, porque eran tan distintas cada una y, al mismo tiempo, compartían muchísimo: descuido de les otres, o autonomía, apego o desapego con la idea de familia. Y, a la vez, me importaba que fueran tan distintas entre ellas.
Cada una de las protagonistas tiene una voz propia, fácil de reconocer. ¿Cómo fue la escritura de estas voces tan marcadamente orales?
Cuando algo me preocupa o cuando el síndrome de la impostora se asoma, me pongo a estudiar como loca. Y me preocupaba mucho que por la estructura que buscaba y el punto de vista que había elegido las lectoras se confundieran (aun con las diferencias entre los personajes). Por lo tanto, me fui a dos fuentes teóricas: Alice LaPlante y Charles Baxter, y encontré la solución en el tipo de oraciones.
Me planteé una ecuación. La personalidad de cada una se refleja en la sintaxis. Alicia habla en oraciones simples y breves, porque es así, va al punto, es parca. Griselda se vale de su conocimiento y experiencia, así que habla en oraciones coordinadas y subordinadas, sus verbos son un poco más complejos. Reina, habla en bloque, cambia de tema, párrafos enormes que serpentean como si fuera encabalgamiento. Es juguetona, habla spanglish, hace preguntas que se contesta sola. Esta ecuación me sirvió mucho al inicio y después ya no tuve que pensar en ello, el texto de cada una fluía.
Volviendo al tema de la frontera, Alicia nos muestra la delgada línea que separa la escasez de recursos con la pobreza extrema; Reina nos enseña el camino del tránsito para las mujeres trans; y Griselda cuestiona el pasado y el presente. ¿Qué te interesaba de estas zonas intermedias?
En principio, observar la otredad, a través de los personajes, y que nos mostraran cómo negocian ellas su lugar en el mundo, sus afectos, sus yos.
Alicia se planta en el mundo sin preguntárselo. Gris se cuestiona todo, Reina asume quién es, se muestra vulnerable, empatiza, cuida.
Las particularidades de cada una son el resultado de su crecer o bien obligarse a crecer para subsistir.
Los tres personajes femeninos comparten particularidades que llevan a la conclusión de que la familia se puede construir también en los márgenes. ¿Cómo se plantea la familia como constructo social?
Pienso especialmente en Reina y las mujeres que trabajan con ella. Se ven obligadas a dejar el núcleo familiar, rechazadas por aquellas personas de sangre pero conscientes de la necesidad de pertenecer a algo, de hacer comunidad.
Construyen familia entre ellas no solo porque lo necesitan, sino porque construyen lazos de afecto y cuidado unas con otras, comienzan a caerse bien y adoptarse.
Me parece muy extraño pensar que amamos a la gente de nuestra familia por default, porque son familia y ya, y no por quienes son. No se afianzan lazos, se nace con ellos. Y creo que podrían también construirse y alimentarse como lo hacemos con las amigas.
El basurero pone de manifiesto muchas de las deficiencias de nuestras sociedades capitalistas. Usamos y tiramos una ingente cantidad de cosas que otras personas recogen para sobrevivir…
Usamos, tiramos, sí. Pero seguimos adquiriendo porque es lo que se espera, para formar parte de una sociedad y estar a la altura.
Sentirnos a la altura, ¿pero quién plantea ese parámetro y por qué lo obedecemos? Eso es un misterio.