Entrevistamos a Julio de la Rosa (Jerez de la Frontera, 1972), productor discográfico, compositor de bandas sonoras de series y películas como La peste, La isla mínima o El hombre de las mil caras. Además, De la Rosa es escritor… En la siguiente entrevista nos habla de su último libro Wendy y la bañera de los agujeros negros (Aristas Martínez, 2017), una novela que retrata dos seres atravesados por la incomunicación, el tedio y la infantilización a los cuarenta años mientras realizan un viaje por Lisboa, Asturias y las Hurdes extremeñas. Julio de la Rosa también es autor de la novela Peaje (Tropo Editores, 2013), el poemario Diez años foca en un circo (2008) y la colección de relatos Tanto rojo bajo los párpados (2006), ambos publicados por Chorrito de Plata.
Tu nombre se asocia, en primer término, con la música y la composición de bandas sonoras, pero también has publicado varios libros. ¿Qué vino antes la música o la escritura?
Comencé haciendo canciones, que viene a ser música + escritura. Así que supongo tiene cierta lógica (y suerte) que mis músicas hayan acabado, sin palabras, como bandas sonoras para películas y mis palabras, sin música, en libros.
¿Ambas disciplinas se retroalimentan mutuamente a la hora de crear?
No estoy seguro. Ambas disciplinas se alimentan de otras cosas que no tienen nada que ver. Imagino que esa influencia vital es la que las une.
Escribir es más difícil: Necesitas intelectualizar. La música sale sola, desde algún lugar desconocido, sin necesidad de ningún filtro.
Recientemente, has compuesto la banda sonora de la serie La peste así como los largometrajes La isla mínima (2014) y El hombre de las mil caras (2016), ambos dirigidos por Alberto Rodríguez Librero. ¿Cómo es la experiencia de crear música para el cine o la televisión?
Es un alivio poder evitar el mal trago del folio en blanco. El guionista o el director ya han sufrido esa parte en tu lugar. Aunque estoy en el proceso desde el guión, no comienzo a componer hasta que no veo el trabajo del resto de compañeros. Cada uno pone su grano de arena durante el rodaje y necesito ver qué voy a musicar, saber en qué se ha convertido aquel libreto.
A partir de ahí es una maravilla contemplar el poder de la música para transmitir emociones.
En 2017 has publicado el disco Hoy se celebra todo (Ernie Producciones) y la novela Wendy y la bañera de los agujeros negros, ¿existen vasos comunicantes entre los dos?
Creo que sí. Hoy se celebra todo cierra una trilogía romántica en mi discografía, por llamarlo así. Y la novela encierra esa trilogía en sí misma.
Todas las sorpresas, aventuras y decepciones que se suceden en las canciones de esos tres discos están presentes, en cierto modo, a lo largo de la novela, en la alucinada relación entre Wendy y Jose.
Wendy y la bañera de los agujeros negros se presenta como una road movie, un viaje por carretera que nos lleva a Lisboa, Asturias y las Hurdes extremeñas. ¿El viaje es una huida o es un instrumento de definición?
Creo que es una metáfora de la relación entre ellos. Como decía Woody Allen en Annie Hall (1977) –me parece que era esa, la peli– una relación es como un tiburón, que necesita avanzar para poder existir. Y la novela comienza con ellos parados largo rato en una plaza, con la relación muerta.
A lo largo del libro se suceden constantes saltos temporales entre el pasado y el presente. ¿Por qué optaste por esta estructura narrativa?
Pensé que era la mejor manera de contar lo que pretendía. Una estructura lineal se habría cargado las intenciones.
Wendy… también hace referencia a la infancia. Con su nombre viene a la mente Peter Pan… ¿De dónde viene el nombre de Wendy? ¿Es la metáfora de este tiempo latente y, de alguna manera, perdido?
Sí. Nombrándola a ella como Wendy, que es un apodo que le pone Jose, él se quiere recordar a sí mismo la infancia inane en la que aún vive a sus cuarenta años y, al mismo tiempo, la traición a su yo-niño.
La referencia a los agujeros negros en la novela se puede interpretar como una prolongación de la idea del viaje y de la temporalidad. ¿Qué te interesa de esta cuestión?
La dificultad en la comunicación con los otros, y el juicio constante a que estamos sometidos ante cualquier acto comunicativo.
La realidad y la ficción se mezclan de manera casi constante en Wendy... De modo que los propios protagonistas están confundidos en muchos momentos. En algún pasaje de la novela, escribes: «El mundo real es un sitio lejano al que ya no puedo, ni quiero, regresar.» ¿Cómo se puede acercar uno y aprehender el mundo real?
Es imposible, y por eso es tan necesaria la tolerancia. La socialización del ser humano siempre ha sido muy complicada. Y lo peor es que no sabemos nada de nosotros mismos respecto a esas míticas preguntas del qué somos, qué pintamos aquí, etc. Si supiéramos algo más, quizá sería todo más fácil.
Por eso la gente preocupada por el medio ambiente me produce tanta simpatía, y más en un momento de la Historia como este: Porque se acerca a un sentido de nuestra existencia. Por eso ese tema también está presente en la novela.
El mundo que rodea a los personajes está al borde del abismo aliando su tormentosa relación con acontecimientos paranormales, catástrofes que anuncian una nuevo diluvio universal… ¿Estamos nosotros mismos, como sociedad, al borde constante del abismo? ¿El amor es el único salvoconducto posible?
Como sociedad, como tantas veces a lo largo de la Historia, estamos en un punto de inflexión. Como especie sí que andamos al borde del abismo. Quizá una ruptura en los modelos actuales, relativamente cercanos al precipicio, sea el único modo de que la especie no vaya a peor. Solo depende que cual sea el siguiente modelo.
Y el amor, no, no es un salvoconducto. El salvoconducto sería hacer algo tanto por este planeta como por los otros. El amor, simplemente, puede ayudar a avanzar en esa dirección.