A través del siguiente ensayo, nuestra colaboradora Dolors Fernández Guerrero analiza de forma panorámica los elementos compositivos, las estrategias narrativas y la estética del género del microrrelato y su auge en las letras panhispánicas.
***
Cuando hablamos de microrrelatos nos encontramos con el eslabón más breve en la cadena de la narratividad, una apuesta segura por la síntesis, la elipsis, la supresión de todo lo accesorio. Ahí entran las descripciones, ambientes, caracterización y número de personajes o de cualquier otro elemento que no resulte absolutamente imprescindible para describir una acción puntual, para producir un destello de sorpresa, de emoción, de horror o de humor.
Eso es un microrrelato y lo importante es la intensidad, percibir la tensión de lo que se nos está transmitiendo, una historia mínima pero altamente significativa y sugerente.
Acotar su extensión no resulta fácil, ya que entre los estudiosos no hay consenso, pero conciliando los diferentes puntos de vista, podríamos ceñir el microrrelato al intervalo entre unas pocas líneas y una página aproximadamente.
***
‘El dinosaurio’ de Monterroso
¿Quién no ha oído o leído el famoso microrrelato “El dinosaurio” −quizás el más corto nunca escrito− del escritor guatemalteco de origen hondureño Augusto Monterroso?: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Su brevedad nos asombra, el misterio que contiene nos subyuga: ¿un dinosaurio? ¿De qué época estamos hablando? ¿Quién es él o ella y por qué dormía? ¿El dinosaurio estaba esperando que el protagonista despertara? ¿Lo observaba? Son muchos los interrogantes y es el lector quien deberá completarlos por sí mismo, conforme a su experiencia lectora, a sus conocimientos o preferencias.
Solo así, contrastando lo escrito con lo no escrito, reinventando los silencios deliberados de Monterroso, podremos dotar al microrrelato de un sentido pleno que nos satisfaga.
Es innegable que el lector de microrrelatos debe estar dispuesto a reconstruir por su cuenta lo implícito y soterrado que hay en el texto. El posicionamiento es equiparable al del lector de poesía, quien debe indagar más allá de lo escrito.
He ahí cómo el artefacto narrativo denominado microrrelato funciona. En el caso de “El dinosaurio” se trata de un extremo de concisión. Monterroso hace gala de una capacidad de síntesis máxima, de elipsis y de poder de sugestión. En ese sentido podemos decir que es un microrrelato perfecto.
***
Los orígenes del microrrelato
Preguntarse por la evolución del microrrelato es retrotraerse al poema en prosa y al cuento, a la fusión de ambos subgéneros, realizada con afán experimental en la época de las vanguardias. Desde entonces el deseo por subvertir los órdenes de la literatura, las taxonomías al uso, avanza imparable. Los géneros se fusionan y se desdoblan desde hace más de un siglo y, aunque con intervalos conservadores −por momentos regresivos− nos permite asistir a la progresiva consolidación del microrrelato como texto narrativo con entidad propia.
De lo anterior se deduce que este tipo de narrativa hiperbreve, que sentimos como posmoderna y alternativa, transgresora incluso, no es un género nuevo. Podemos remontarnos a principios del siglo XX con las vanguardias y los ismos para encontrar en el ámbito hispánico microrrelatos de Juan Ramón Jiménez o Ramón Gómez de la Serna.
Podemos rastrear aún más aún en el tiempo y llegar hasta la Antigüedad, adentrarnos en las parábolas bíblicas y sufíes, las fábulas griegas, los apólogos, etc. Y más allá todavía, si despojamos de contenido narrativo a las formas hiperbreves, en todos los idioma, en culturas diversas muy alejadas entre sí, cabría señalar formas bien conocidas como los haikus, refranes, aforismos, palíndromos, chistes, etc.
Es decir, las expresiones literarias −tanto en verso como en prosa− encapsuladas en formas extremadamente reducidas, han estado presentes desde el principio de los tiempos, tanto como el lenguaje natural con el que nos expresamos.
Y es que, como ya dijera Gracián, “lo breve, si bueno, dos veces bueno”.
***
La crítica y la academia
No obstante, los estudios académicos sobre el microrrelato son relativamente recientes. Si bien es cierto que en las últimas décadas, con el predominio de lo breve y fugaz en las redes sociales, los microrrelatos han ido acaparando cada vez más atención.
En este contexto, habremos de esperar a finales del siglo pasado, a 1981, para disponer del primer estudio serio sobre microrrelatos. Será la cubana Dolores Koch quien lo aborde en su artículo “El micro-relato en México: Torri, Arreola, Monterroso y Avilés Fabila”. En los sucesivos años Koch seguirá ahondando en el tema a través de sus trabajos filológicos.
Así las cosas, hasta 1996 no se editará la primera recopilación de estudios, coordinada por el chileno Juan Armando Epple.
Tal vez por eso, la nomenclatura empleada todavía esté en plena ebullición. Mientras en el mundo anglosajón se habla de sudden fiction, flash fiction, short short story o microfiction, en el español de España y Latinoamérica conviven microrrelato, minificción, minicuento, cuento o relato hiperbreve, relato mínimo, relato bonsái, nanocuento, relatillo, literatura cuántica, etc.
No obstante, en la actualidad el término que se ha afianzado en España es microrrelato. En Latinoamérica esta designación alterna con minificción.
***
Definición de microrrelato
Llegados a este punto, tal vez estemos preparados para aventurar una definición.
Siempre es arriesgado circunscribir en unas pocas palabras lo literario, pero es responsabilidad de los estudiosos intentarlo, de modo que los conceptos puedan enunciarse de la forma más clara y precisa posible.
Recurriremos para ello a la definición, simple y esquemática, de Irene Andres-Suárez, una de las mayores expertas en microrrelatos de nuestro país, quien en el prólogo a su Antología del microrrelato español (1906-2011) los define del siguiente modo:
Texto literario en prosa, articulado en torno a dos principios básicos: hiperbrevedad y narratividad.
***
El cuarto género narrativo
Convendremos a estas alturas que el microrrelato, dentro del panorama literario, es otra cosa, algo distinto, diferente. Algunos estudiosos, entre ellos Irene Andres-Suárez, considera que constituye el cuarto género narrativo, después de la novela, la novela corta y el cuento.
Sin embargo, esta visión no es unánime, ya que hay quien encuadra el microrrelato dentro del cuento y, por tanto, lo considera un subgénero del mismo.
En este punto y suscribiendo la tesis de Andres-Suárez, procede destacar que las singularidades específicas del microrrelato exigen a la hora de escribirlo un posicionamiento mental único, a medio camino entre la composición poética y la redacción de un cuento.
Así, las estrategias que se utilizan para escribir microrrelatos serán muy diferentes de las que se emplean en un cuento o en una novela.
***
Defensa de las formas breves
En el prólogo de “El jardín de los senderos que se bifurcan”, Jorge Luis Borges hace una defensa encendida de las formas breves:
Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario.
Sin que las palabras de Borges, escritor polémico al que a menudo le gustaba jugar con sus lectores, menoscaben el resto de géneros, quedémonos con la esencia proteica de la literatura; porque sus formas, diversas, siempre estarán sujetas a la evolución natural de los siglos.
En este sentido, la definición del escritor José Jiménez Lozano se nos revela indispensable. Todo lo demás es discutible:
La literatura es levantar vida con palabras.