Iván de la Nuez: “Cuba no está viviendo una crisis de su normalidad, sino de su anomalía”

Fragmento cubierta «Cubantropía», Iván de la Nuez, Editorial Periférica, 2020

 
Entrevistamos a Iván de la Nuez (La Habana, 1964) –escritor, crítico y comisario de exposiciones– acerca de Cubantropía (Editorial Periférica, 2020), un ensayo que recoge tres décadas de reflexión sobre la isla a través de diferentes prismas, que abarcan desde la caída del Muro de Berlín hasta el mandato de Trump. De la Nuez nos habla de la diáspora cubana, la Guerra Fría, el postcomunismo, la generación millennial, el reggaetón y el nuevo panorama de las letras y culturas cubanas. De la Nuez, quien reside en Barcelona, es además autor de otros títulos como Teoría de la retaguardia (Consonni, 2018), El comunista manifiesto (Galaxia Gutenberg, 2013), El mapa de sal (Mondadori, 2001), Fantasía roja: los intelectuales de izquierdas y la revolución cubana (Debate, 2006) y La Balsa perpetua: soledad y conexiones de la cultura cubana (Casiopea, 1998).

Se ha escrito mucho sobre Cuba, ¿cómo te planteaste Cubantropía y qué enfoque particular querías dar al libro?

Cubantropía recorre el impacto en Cuba de esas tres décadas que van desde la caída del Comunismo en Europa hasta la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos. Aunque no lo hace desde la politología ni la castrología, que es como llamo a la versión tropical de la famosa kremlinología, una disciplina siempre obsesionada por las altas esferas.

Iván de la Nuez, escritor

Al contrario, yo enfoco la linterna hacia la cultura, la iconografía, las alternativas populares.

Esa mirada me ha permitido avistar cambios sociales que tienen lugar bajo un Estado con escasa movilidad, así como los puntos donde se rompen las fronteras entre la isla y su diáspora, el paso de las polémicas cubanas a las redes, la nueva política del entertainment que comparten voceros oficialistas y del exilio, esos islotes de libertad que la gente ha conquistado contra viento y marea, proyectos independientes que han ganado espacio en la cultura cubana. O la paradoja de que la Cuba tardocastrista sigue regida por un Partido Comunista que, sin embargo, está obligado a gobernar a una sociedad que ya es postcomunista.

En relación con el título, Cubantropía, apuntas: “No es una doctrina, sino una energía que fluctúa entre la antropología y la entropía, el antro y la cultura”. A lo largo de la lectura se va de una Cuba folclórica, diseñada para los turistas, a una Cuba ansiosa de conquistar “privilegios” capitalistas…

El libro se mueve entre dos futuros. Dándole vueltas al agobio, comprobable, de que los cubanos llevamos más de medio siglo en una transición perpetua.

En los sesenta, el Che y otros pensadores marxistas elaboraron sus teorías alrededor de la transición al comunismo, colocando la meta en un porvenir que premiaría todos los sacrificios del presente. Cuando se desplomó en Europa ese comunismo hacia el que nos encaminábamos, volvió a aparecer la palabra mágica: “transición”. Pero esta vez para iluminarnos con una transición al capitalismo y la sociedad liberal que estaba a la vuelta de la esquina.

Graham Greene, 1958

Así que lo que pueda pasar en ese columpio, que se balancea entre el folclorismo y el capitalismo, no es más que un episodio de esa condición transitoria, que impera por encima de todas las cosas. Esa división, por otra parte, se disuelve a menudo, porque hay también un folclore ideológico, que hoy puede venderte el heroísmo revolucionario como un suvenir turístico más, al lado del ron o del tabaco (esa mezcla te recibe en el mismo aeropuerto de La Habana nada más llegar).

Un ejemplo: para encaminar las actuales reformas económicas, el gobierno aprobó una serie de oficios que se podían ejercer por cuenta propia. Así taxistas, peluqueros, desmochadores de palma, abotonadores y un largo etcétera. El caso es que, entre todos esos nuevos oficios legales, y esto no es un chiste, está el de “dandi”. Si tienes aptitudes histriónicas y algo de buena planta, puedes sacarte una licencia para actuar como un performer que se viste con los atuendos propios de la tradición cubana: generalmente de blanco, con guayabera, sombrero y un gran tabaco en la boca. De esta guisa, puedes apostarte en una esquina o pasearte por las zonas turísticas cobrando por ello.

Pues bien, hay otro dandi, digámoslo así, ideológico, que es el que te puedes encontrar vestido de miliciano o guerrillero con el mismo tabacón, pero con su vestuario en clave revolucionaria. Una reiteración hasta la letanía del inicio de la versión cinematográfica de Nuestro Hombre en La Habana.

Eso te habla de una cultura de servicios, propia del monocultivo del turismo, que se ha reafirmado como un sustituto de la plantación y explota por igual las fantasías de la Revolución y las fantasías propias del ocio tropical.

Cubantropía, como has apuntado, arranca en 1989, el año de la caída del Muro de Berlín. ¿Cómo puede Cuba reinventarse desde este poscomunismo que está viviendo, sin haber conocido un capitalismo que aquí parece estar agotándose?

Iván de la Nuez, 2020

Bueno, esta no es una pregunta… ¡es la pregunta! Y apunta al corazón de la paradoja cubana, de la cual mi libro es apenas una alarma que se ha disparado en medio del desconcierto.

Más allá del ritmo o los límites, hay poca gente que no esté de acuerdo en que el país está obligado a cambiar, porque su modelo –material y simbólico– ha entrado en obsolescencia.

Ahora bien… ¿qué alternativas se le abren a esa Cuba en crisis? ¿Un sistema de capitalismo liberal que está dimitiendo de sí mismo?, ¿un emirato antillano con unas leyes para la población y otra para la casta?, ¿una sucursal del modelo chino o similares?

En el fondo, todos estos modelos van a parar al mismo sitio: el que queda reservado para un capitalismo sin democracia, una piñata de las élites propias de este sistema clientelar que premia lealtades y no talentos.

Siempre recuerdo que, cuando el Muro de Berlín cayó, al mismo tiempo que lo celebré advertí que el capitalismo, tal cual lo habíamos vivido en la Guerra Fría, se venía abajo también. (Justo en ese momento entre la fiesta y la alarma empieza Cubantropía).

Pero, si bien el libro comienza abrazado a ese doble desplome, acaba intentando zafarse de un doble secuestro: el que ha ejercido la derecha sobre la democracia y el que ha ejercido el Estado cubano sobre la izquierda. Salir de ahí sería un buen paso para acortar esa transición maratónica entre esas dos orillas que se van alejando, mientras seguimos remando sin llegar a ninguna de las dos.

En tus crónicas apuntas a la generación millennial como fenómeno de homogeneización globalizada, pues escucha reggaetón, viste a la última moda, tiene mayor acceso a Internet… ¿Los millennials cubanos serán capaces de desvincularse de un pasado tan marcado?

Los millennnials y postmillennials ya se han desvinculado, y ese es un hecho comprobable.

Si los hijos de la Revolución nos formamos en la era de la excepcionalidad, los nietos de aquel proyecto viven hoy arrastrados por una corriente hacia la normalización: intentos de apertura de mercado, olas migratorias por Centroamérica que ya no están bendecidas por la Ley de Ajuste Cubano en Estados Unidos, dependencia de las remesas familiares de la diáspora, el reguetón como banda sonora hiperaudible de los jóvenes cubanos de todas las orillas.

Esos nietos de la Revolución se parecen tanto a sus coetáneos de cualquier parte del mundo, como los hijos de la Revolución nos diferenciábamos de nuestros contemporáneos. Ellos se mueven en una escala que se ha ajustado al aquí y al ahora, que ya no responde a las grandes causas porque, en definitiva, es la escala de las consecuencias.

Por eso me reafirmo en que Cuba, ahora mismo, no está viviendo una crisis de su normalidad, sino de su anomalía.

La migración es un tema cubano casi por idiosincrasia (un 15-20% de la población vive en el exilio). El arte, la cultura cubana no se puede entender sin esta mezcla entre la producción insular y la producción desde el exilio. De alguna manera no existe un centro, sino una “diáspora cubana”. ¿Cuba siempre será un “país periferia”?

Más que por el lugar que ocupa un país en la geografía, estar en el centro o la periferia se define por su lugar en la geopolítica.

Sobre esto, siempre recuerdo una pieza de videoarte de Deirmantas Narkevičius. Su título es Europe 54º-54º-25º, 19’ y alude directamente a unas coordenadas que demuestran que el centro de Europa está, exactamente, en un pueblo perdido de Lituania (cuya pobreza y nula influencia política lo sitúan, sin embargo, como una periferia muy lejana).

HBO, 2019

Cuba sería el caso contrario. Como país caribeño y pobre, está claro que formaría parte de la periferia geográfica del mundo. Pero esto no es así a nivel geopolítico, ámbito en el que ha funcionado como una baza central de la Guerra Fría, en su tensión perpetua con Estados Unidos, interviniendo en guerras de África y guerrillas latinoamericanas, mandando un cubano al cosmos o teniendo en su territorio la Base de Guantánamo, que va cobrando actualidad continuamente.

Esto se refleja en la cultura, que ha volcado todos estos temas, aunque nuestro tropicalismo editorial o nuestra izquierda curatorial se detengan poco en ellos desde la literatura o el arte. Pero si investigas un poco, encuentras obras de teatro, proyectos de arte, narraciones alrededor de la utopía nuclear cubana cerca de Cienfuegos, y que es hoy una ciudad fantasma.

O incluso conexiones con la historia de Chernóbil (hoy actualizada por la serie), dado que en una playa al Este de La Habana se acogieron decenas de niños ucranianos afectados por el estallido.

Todo eso me hace asumir esa idea de una Cuba cada vez más cubista, más múltiple y compleja que la que nos ofrecen o desean los amantes del trópico tópico.

En el barrio de El Vedado, se encuentra la FAC (Fábrica de Arte Cubano), un concepto de galería de arte y club nocturno… ¿Crees que es un intento de apertura o puro marketing?

La FAC está, exactamente, en el límite de ese barrio y es eso que describe la pregunta: una mezcla de cultura y ocio por el que hoy pasa o quiere pasar todo el que cae en La Habana.

Si en los sesenta la gente iba a la Casa de las Américas, hoy el sitio de peregrinaje cultural es la Fábrica de Arte. Tengo entendido que es una especie de experimento mixto entre el gobierno y sus organizadores, con el músico Equis Alfonso al frente.

Fábrica de Arte Cubano

Y he comprobado que no solo tiene una proyección internacional, sino que también está destinada a un público cubano joven que abarrota el espacio y que puede hacer colas larguísimas para acceder a él. La FAC, en fin, funciona, pero aquí volvemos a lo de siempre: ¿por qué se mantiene este espacio como una muestra única del nuevo modelo y no hay más Fábricas de Arte propagadas por toda la isla? Pues porque la pulsión de control es más grande que la necesidad de cambio.

Por eso mucha gente se ha tomado las cosas por su cuenta y hoy te encuentras una pléyade incontable de proyectos individuales o privados que, en el caso de la cultura, han conseguido crear lo que llamo en el libro una “situación para-institucional”. Se trata de espacios artísticos y literarios independientes, muchos críticos o algunos directamente opositores que el gobierno tolera pero no legaliza.

Todo eso con el doble filo que supone la tensión y a la vez la negociación con un Estado que no deja de vigilar y controlar, pero que ya no puede hacerlo como hasta hace muy poco.

En referencia al sector editorial, apuntas que en Cuba tiene lugar otra literatura que es desconocida aquí. ¿A qué se debe esta situación?

Hay una desproporción enorme entre lo que en España se entiende por literatura cubana y lo que se entiende hoy en Cuba (o en la diáspora). Igual que hay una desproporción entre lo que se produce en el país y lo que publican en ese propio país las editoriales oficiales más importantes, que están muy lejos no solo de la literatura contemporánea, sino también de lo que fue su esplendor en los años iniciales de la Revolución.

Editorial Bokeh

En un sitio mandan las razones comerciales y en el otro las ideológicas, pero si te guías por el canon que cada una de estas partes ha armado, te llevarás la idea de una literatura sobreactuada y monotemática.

Precisamente, para paliar esa historia unidimensional han surgido respuestas muy distintas, también atomizadas, que cualquier persona interesada estaría obligada a rastrear si quiere hacerse una idea de conjunto sobre la producción literaria de la isla y de su diáspora.

Es una combinación de editoriales provinciales o territoriales del Estado que sí han asumido estas nuevas corrientes, con otros proyectos independientes, muchos de los cuales mezclan a editores o asesores de la isla y la diáspora de una manera ubicua.

Te cito algunas de estas aventuras editoriales: Bokeh, Almuzara, Casa Vacía, Eds sinsentido, Ediciones Holguín, Vigía, Matanzas, Rialta, Hypermedia, Encaminarte, Editorial Oriente, Sed de Belleza, La luz… Así como revistas culturales varias que se mueven en una dimensión bastante incontrolable y regidas por criterios literarios, no económicos ni políticos.

¿Y qué autores nos recomendarías?

En cuanto a los autores que recomendaría, he notado que lo primero que hace un escritor que cree que ha llegado al mainstream, o que está realmente en él, es citar o muertos o iguales. Así que, a riesgo de ser injusto, voy a saltarme unas cuantas generaciones, incluida la mía, y mencionaré nombres que creo están cambiando la literatura cubana.

Es el caso de Jorge Enrique Lage, Legna Rodríguez Iglesias y Carlos Manuel Álvarez, que han avanzado desde una narrativa, una poesía o una crónica diferente a lo que se hacía hasta hoy. También están los casos de Ahmel Echevarría, Jamila Medina Ríos, Osdany Morales, Martica Minipunto y un largo etcétera.

Legna Rdguez. Iglesias

Como movimiento, considero muy destacable el del nuevo periodismo cubano. Con una generación muy interesante de cronistas que quieren contar el país desde los hechos y no desde las doctrinas que, en todas las orillas cubanas, los han sepultado. Con esa idea que hemos arrastrado del periodismo como una trinchera de combate y que llegó a sustituir a la gente por las consignas.

Hay una frase en tu libro, “el mañana sí existe”. Para finalizar, ¿cómo ves este mañana en Cuba y en el mundo? ¿Crees que habrá un antes y un después de la Covid-19?

Fidel Castro empezó la Revolución con una frase que fue, a la vez, su eslogan y su legado: “La historia me absolverá”. Cubantropía cierra, precisamente, trayendo esa frase al presente. Asumiendo que, si algo sabemos, es que a Fidel Castro “la historia lo continuará”. Esa continuación tiene lugar en este futuro en el que ya estamos sobreviviendo en todas partes, incluida Cuba.

Y claro, la sacudida de la covid-19 ha sido importante, aunque en Cuba la cifra de fallecidos haya sido baja (en lo interno) y el Estado haya podido activar la internacionalización de sus médicos como un éxito de su salud pública (en lo externo).

Esto no quiere decir que la postpandemia no vaya a ser grave allí. Sobre todo porque nuestras ínfulas de inmortalidad –capitalista o socialista– se han desplomado. Bien porque ya no es posible seguir reafirmando que “el futuro pertenece por entero al socialismo” (lema bajo el cual yo me crie). Bien porque la memoria material de un capitalismo imperecedero que producía las cosas “para toda la vida” (como esos coches de los años cuarenta y cincuenta que siguen desplazándose por Cuba como taxis o las neveras que siguen en uso en las casas) también se ha venido abajo.

Por eso el libro empieza con un proverbio cubano –“Nadie sabe el pasado que le espera”–, apuntalado con una frase de William Gibson: “El futuro ya está aquí, solo que no está bien repartido”.

Solo quisiera añadir que, por lo general, cuando la gente publica un ensayo, lo hace con la esperanza de tener razón. Pero en mi caso, al menos con Cubantropía, mi esperanza es estar equivocado.
 

Sobre el autor
(Salon de Provence, 1986). Aunque nacida en Francia, España es, sin lugar a dudas, su país de adopción. De hecho, se especializó en literatura española y, concretamente, cursa un doctorado sobre dramaturgia contemporánea. Es co-directora de la Revista de Investigación Teatral Anagnórisis. Y, a pesar de la crisis, también co-dirige la Editorial Anagnórisis, sello digital especializado en teatro y estudios humanísticos.
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