Caleidoscópica de Guayaquil en cuarentena: apuntes y reflexiones sobre la coronacrisis (I)

Guayaquil (Ecuador) en tiempos de pandemia, abril, 2020

 
El escritor Raúl Vallejo (Manta, Ecuador, 1959) recoge en el siguiente conjunto de crónicas, o “postales literarias”, los efectos del coronavirus en Guayaquil, una de las ciudades latinoamericanas más duramente golpeadas en la actualidad. Vallejo intercala la poesía en un mosaico de contextos y personajes con sabor local, a menudo desbordados por la situación: los terraplanistas que venden humo en el trópico, los sempiternos negacionistas, la alcaldesa delirante que impide el aterrizaje de los aviones de Iberia, los dirigentes del fútbol que viven en otro planeta y el drama de las personas LGTBI sin techo, refugiadas en un albergue improvisado. Esta es la primera entrega de las crónicas escritas desde Guayaquil por Vallejo y forman parte de la serie Apuntes sobre la Coronacrisis.

#1 En un principio: negacionistas

Negacionistas fueron aquellas personas que, en enero de 2020, creían que el coronavirus era culpa de los chinos por comer murciélagos y que el virus estaba muy lejos como para llegar a estas tierras. Las que repetían, convertidas de pronto en epidemiólogas, que el virus de la gripe mataba más gente que el coronavirus. Las que, cuando la COVID-19 se expandía hacia esta parte del mundo, imaginaron curas milagrosas.

Así, en Ecuador, un político se sintió decepcionado por el pánico de la gente e instaba a la madurez del pueblo alegando que del corazón morían 18 millones de personas al año y que del coronavirus serían unos 30.000.

Con una Valium 10, 1972

Para enfrentar al virus, algunos influencers promocionaron, igual que vendedores de humo, dosis doble de vitamina C, gárgaras de vinagre con sal, o cucharadas de miel, limón y jengibre. Solo faltó que algún barman anunciara que el gin tonic era el coctel ideal para la prevención de la pandemia: después de todo, lleva alcohol de 40°, quinina diluida en agua, y vitamina C en forma de limón.

Los emprendedores predicaban por todas partes que no podíamos dejarnos vencer por el miedo y que debíamos continuar trabajando, incluían la muletilla de las precauciones del caso, porque el aislamiento social era una exageración de la OMS y la economía del país no podía detenerse.

Negar la realidad de lo que se nos venía fue como empezar el día con una sobredosis de “Valium 10”, al decir poético de Ileana Espinel, en estos versos de 1972:

Con un Valium 10, tan solo una… / Y lanzarte en cohete hacia la Luna / tras una noche insomne como esta. // ¡Ah, pequeña pastilla milagrosa / que levanta mis nervios de su fosa / con un responso de dopada fiesta! [Ileana Espinel]

#2 Fútbol derrota miedo

El 2 de marzo, a las 22.12 horas, el gobernador de la provincia del Guayas, Pedro Pablo Duart, tuiteó: «¡El virus más peligroso es el miedo! Pero no nos vencerá. El país debe continuar». El funcionario gubernamental etiquetó en su tuit al presidente y al vicepresidente del país, al club deportivo Barcelona y al dirigente principal de dicho club. En la imagen que adjuntó al tuit, decía: «Retomemos nuestras actividades y actuemos con responsabilidad ¡No dejemos que el temor nos gane!»

Al final de la nota, anunciaba que el partido de fútbol entre Barcelona e Independiente del Valle se jugaría con público, el miércoles 4 de marzo, en el estadio Monumental, de Guayaquil. La decisión fue tomada pese a que la ministra de Gobierno, María Paula Romo, ya había anunciado, el 29 de febrero, la suspensión de todas las actividades masivas tanto en Babahoyo, donde se detectó el primer caso de coronavirus del país, como en Guayaquil.

Barcelona vs. Independiente

Ninguna autoridad se opuso al optimismo deportivo del gobernador y el partido, que ganó Independiente del Valle por 3 a 0, tuvo una asistencia, según datos oficiales del club Barcelona, de 19.852 hinchas dispuestos a vencer al virus más peligroso: “fútbol derrota miedo”.

El cronista no pretende sugerir una relación mecánica de causa y efecto entre este partido de fútbol y la expansión catastrófica de la pandemia en la ciudad. Es posible que tamaña aglomeración haya incidido en los números, pero esto es algo que no puede probarse con datos fácticos. Sin embargo, he creído necesario, para que se entienda una parte del ser guayaquileño, resaltar este suceso que mezcla el voluntarismo de un pueblo que siempre apela a su madera de guerrero para enfrentar a cualquier enemigo y una vocación fenicia de las élites, imitada en todos los estratos de la población, que privilegia los negocios privados sobre el bienestar público.

Y, no obstante la amarga moraleja que encierra este episodio, estos versos de Fernando Nieto Cadena, en De buenas a primeras, de 1976, continúan evocando el amor caótico, como lo es todo amor abrasado de pasión, del guayaquileño con su ciudad:

A fin de cuentas esta es mi ciudad / es mi barrio engrupido que llevo entre recuerdos sueños / Esta ciudad es mía sin apellido sin tránsfuga / maduro guineo y verde Guayaquil nunca pierde / este es mi rincón mi pedacito de camote que no me desampara. [Fernando Nieto Cadena]

#3 El virus llega en el vuelo de Iberia 6453

El virus viajaba en primera clase; después de todo, tiene corona. Ese miércoles 18 de marzo, el virus era el único pasajero de aquel vuelo con once tripulantes dedicados a atenderlo. Los asientos del Airbus 340, vacío de pasajeros, servían para que el virus se moviera a sus anchas, de un lado a otro de la nave de Iberia. En el vuelo IB6453 venía el virus de la pandemia y había que evitar que el avión aterrizara en defensa de la ciudad.

Alcaldesa Guayaquil, Cynthia Viteri, tras positivo coronavirus

La pista del aeropuerto José Joaquín Olmedo, de Guayaquil, se llenó de vehículos de la Autoridad de Tránsito Municipal (ATM) y de la Policía Metropolitana para impedir el aterrizaje de la nave que transportaba al virus con corona. «Soy la responsable de haber impedido que aterrice el vuelo de Iberia proveniente de Madrid», dijo la alcaldesa, que, además, aseguró: «Yo garantizaré la vida de los guayaquileños».

La mezcla de la invocación abstracta a un bien superior con el autoritarismo, que emana del poder concreto, está reñida con la sensatez.

Lo saben, por ejemplo, los vendedores de manzana acaramelada que viven perseguidos por los municipales en nombre de la regeneración urbana. Pero estamos tan acostumbrados a estas formas arbitrarias y violentas de procedimiento que no solo nos resultan normales, sino que las hemos aceptado con beneplácito. Al parecer, impedir que un avión aterrice en el aeropuerto de la ciudad es tan fácil como impedir que los vendedores ambulantes ocupen las aceras del centro de la urbe.

El virus no llegó con Iberia. «Quieren aterrizar aviones que vengan de Europa así sea con un pasajero: vuelvo a meter los carros al aeropuerto de Guayaquil; así de simple», insistió la alcaldesa.

Pero al virus con corona poco le importa las camionetas municipales atravesadas en la pista de aterrizaje del aeropuerto. Este cronista no sabe cómo, a pesar de que el vuelo de Iberia no pudo aterrizar, el virus se las ingenió para instalarse en una ciudad que se sentía poderosa y feliz, y que se creía invulnerable.

Con voz de profeta, Marcelo Báez Meza escribió, en 1996, “Después de leer el diario de Daniel Defoe”, un poema de Puerto sin rostros:

La plaga conquistó cada calle / No escuchamos la voz de aquel Jonás anunciando: /De aquí a cuarenta días todo será destruido / A él también se lo tragó la ballena de la peste / Y nos alejamos / Huimos del puerto que ama incendiarse cada cincuenta años / Unos cuantos quedaron vivos / Pero no bastaron para enterrar a tantos muertos. [Marcelo Báez Meza]

Marcelo Báez Meza, 2010

Al 10 de abril, que fue Viernes Santo, la provincia del Guayas reportó 5.281 casos comprobados de contagio; de esos, Guayaquil, su capital, tenía 3.983. Para la misma fecha, a nivel nacional, había 7.161 casos registrados, según las cifras oficiales del Comité de Operaciones de Emergencia (COE). Al viernes 24 de abril, la cifra de la provincia subió a 15.365 casos comprobados de los 22.719 registrados a nivel nacional, también según cifras del COE.

«Si en un mes perdimos 1.500 personas más que el año pasado, y esto sirve en la curva para arriba, tengo que estar preparada. Se esperan 10.000 muertos en el Ecuador por esta pandemia», declaró la alcadesa el Jueves Santo. El 29 de abril, el secretario de la Presidencia, pulverizando todas las cifras oficiales, aceptó en una entrevista en la cadena NTN24 que, en la provincia del Guayas, habría alrededor de ocho mil muertos por la pandemia.

El número exacto de muertos por causa de la COVID-19 aún es un misterio doloroso. Así de simple.

#4 Negacionistas del cotidiano roto

Negacionistas, de alguna manera, son aquellas personas que todavía creen que la vida continúa como si no pasara nada y que la solución al problema ha sido trasladar la oficina para que se cumpla la consigna #QuédateEnCasa. Las que niegan la fragilidad del ser humano en nombre de la eficiencia laboral. Las que, con entusiasmo inquebrantable y fe en el progreso, igual que los liberales del siglo diecinueve, ponderan las bondades de Internet y creen, sin más, que la solución es trasladar el aula de clases al espacio virtual del Zoom y otras tecnologías.

Miguel Donoso Pareja, 1964

Negacionistas son aquellas personas que consideran que el miedo ante la incertidumbre del mundo se supera con los textos motivacionales a imitación de Paulo Coelho. Las que no aceptan que el encierro genera ansiedad y que debemos lidiar con ella. Las que, en síntesis, consideran que los privilegios pequeñoburgueses están extendidos pródigamente en cada rincón del mundo y que, por ende, en cuarentena, todos disfrutamos de empleo, de las comodidades del hogar, Internet incluido, de la mesa y el vino generosos, de la música y los libros, y del amor, según los finales de las películas de Disney.

No hay cómo negar este exilio de nosotros mismos que estamos viviendo. Tampoco podemos negar que la patriecita imaginada se deslíe frente al confinamiento en el país particular que es cada casa, y menos negar esta añoranza, que nos ancla a los días en que caminábamos bordeando la ría y había siempre un café fragante para platicar con las amistades.

«Y la Patria me duele en cada dulzura de las que me son negadas», escribió Miguel Donoso Pareja, en 1964, en el “Poema II”, de Primera canción del exiliado.

Tampoco podemos negar que la ausencia de aquellas pequeñas cosas que ahora son nostalgia es una dolencia instalada en nuestro costado.

#5 Del Hospital y la Casa de las Muñecas

Le dicen «La José», es homosexual, tiene cálculos renales y carece de inscripción de nacimiento. Sus padres, que acuden fervientes a una iglesia evangélica, le han inculcado la idea de que es preferible que se muera antes de que siga siendo gay. A Sharon, una joven trans que antes de la cuarentena se dedicaba a la prostitución callejera, su madre le ha dicho que no tiene dinero para mantenerla en la casa, que vea cómo se las arregla. Sharon y «La José» conviven en la Casa de las Muñecas junto a una decena más de personas LGBTI, algunas colombianas o venezolanas.

Mujeres Trans Ecuador

Las historias de los parias de la tierra son similares por lo que este cronista teme ser repetitivo en su narrativa, pero sucede que, en la existencia cotidiana, cada drama es único, verdadero e irrepetible para quien se mira en el espejo de su propio dolor.

Mariasol Mite Galarza vive al norte, en La Atarazana, y trabaja al final de la ciudad, casi al llegar a la zona del puerto, en el Hospital General Guasmo Sur (HGGS). Se moviliza en taxi, cuando encuentra alguno, o con un compañero de trabajo que tiene automóvil. Ella es responsable de la unidad de atención al usuario.

“¿Dónde tienen a mi madre?. Mariasol debe, durante sus largas jornadas, dar respuestas que resuelvan avatares, que calmen angustias y que disipen miedos. “Mi abuelito entró anoche pero no sé de él”. Su palabra es como un hilo que siempre está a punto de romperse y cuyo sentido desemboca en el alivio de quien la escucha o en el llanto ante lo irremediable. “Dígame, por favor, que no es cierto que mi esposo ha muerto”.

En su oficina, sobre un anaquel, ha colocado la imagen de un Divino Niño, ese infante vestido de rosado que dirige la mirada hacia un cielo ilusorio; Mariasol cree que «la fe sin acción es palabra muerta». Ella, además, recibe las donaciones que llegan al hospital: botellas de agua, pizzas, empanadas, fanesca, etc. Debe repartirlas para el personal médico, administrativo y de servicio; así como para ciertos pacientes. Es como si trabajase en una permanente multiplicación de los panes.

Mariasol es también una activista trans y es quien dirige la Casa de las Muñecas, una organización de base comunitaria que alberga y protege, en particular, a chicas trans en situación de calle.

Mujeres Trans Ecuador

El año pasado, vi a Mariasol encabezando la comparsa de la Casa de las Muñecas durante el desfile del Día del Orgullo LGBTI, en Guayaquil. Aquel sábado de junio, lucía un bodysuit de franjas verticales con los colores del arcoiris y, pegado a los hombros, pañuelos de tul coloridos que ondeaban como si el espectro de luz de la tarde bailara junto con el movimiento de sus brazos. Este año, seguramente, no habrá desfile pero el Orgullo no es de un día, sino de la vida entera.

El trabajo de la Casa, en estos días de la cuarentena, lo coordina con Amy Antonella, una chica trans, alta como una espiga bañada en melaza. Las dos, junto a otras personas que viven acogidas en la Casa, hacen las compras de los víveres en el Mercado Central. Allá van, protegidas con mascarillas, guardando la distancia social que recomiendan las autoridades de salud. «La pasamos bien. Es como una terapia para mitigar tanto encierro. Y, aunque todo está más caro, logramos llenar la canasta». La multiplicación de los panes parecería una destreza del activismo de Mariasol.

La Casa no tiene ningún tipo de apoyo, ni estatal ni municipal, y sobrevive por donaciones esporádicas que Mariasol consigue aquí y allá. Quienes habitan la Casa son personas expulsadas de todo paraíso; rechazadas por aquellos que llevan su misma sangre, son errantes sin tierra prometida. En aquella casa encuentran un pan sencillo y el cuidado de quienes han aprendido a servir en medio del sufrimiento propio.

Mariasol llega a su hogar en las noches y sigue atendiendo mensajes desde su teléfono móvil. Conversa con su madre y con su hermana. Mira alguna película que le permita olvidarse del trajín del día. «No soy ninguna heroína. Yo, simplemente, le estoy devolviendo a la vida la oportunidad que me ha dado para ser lo que soy y para servir».

El hospital la espera mañana. La Casa de las Muñecas, siempre la acompaña.

 
Fin de la primera serie de crónicas…
 

Sobre el autor
Manta, Ecuador, 1959). Doctor en Literatura por la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, España. Ha publicado, entre otros títulos, «Pubis equinoccial» (cuentos, 2013); «Mística del tabernario» (2015, Premio de Poesía “José Lezama Lima” 2017); «Marilyn en el Caribe» (2015); «El perpetuo exiliado» (2016, Premio de la Real Academia Española 2018); «Patriotas y amantes: románticos del siglo XIX en Nuestra América» (ensayo, 2017); «Gabriel(a)» (2019, Premio de Novela Corta “Miguel Donoso Pareja” 2018). Fue jurado del género poesía del 60° Premio Casa de las Américas. Más información en www.raulvallejo.com
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