Mario Campaña. Poesía Reunida. 1988-2018 (Festina Lente, 2019) aglutina las cinco principales obras del poeta y ensayista ecuatoriano, que representan el desarraigo, el viaje constante y la contemplación mística del mundo. Entrevistamos a Campaña, quien repasa sus treinta años de trabajo con títulos como: Pájaro de nunca volver (Candaya, 2017). En el próximo mundo (Candaya, 2011), Aires de Ellicott City (Candaya, 2006), Días largos y otros poemas (DeBolsillo, 2002) y Cuadernos de Godric, (U. Politécnica, 1988). También es autor de las antologías de poesía femenina De la flor al tallo: el discurso crítico de las poetas hispanoamericanas (Q’Antaty Enterprises, 2010) y Casa de Luciérnagas (Bruguera, 2007).
El hilo conductor de la pentalogía Mario Campaña. Poesía Reunida. 1988-2018 guarda consonancia con tu tránsito y residencia en México DF, Baltimore, Glasgow, París y Barcelona…
Sí. En general guarda consonancia con mi experiencia de vida, y con cierta interpretación de la historia occidental, conocida de forma sucinta y precaria a través de ciertos relatos históricos. De la experiencia personal, y de la colectiva, surgieron las imágenes y las reflexiones, los versos, pues, que dieron cuerpo a mis libros.
Migraciones, desplazamientos masivos, largas expediciones, exilios, éxodos de sobrevivientes, de refugiados, dieron forma al mundo en que vivimos, y su contemplación imaginativa dejó en mí verdaderas improntas. El trasiego de grupos, pueblos y civilizaciones ha tenido lugar al menos desde La edad de Bronce, especialmente en las civilizaciones de Oriente Medio y Europa y luego en América. La historia humana es una verdadera Anábasis. Todo muy épico.
En mis libros de poesía he tratado de representar, de una manera muy discreta y a través de cierta mitologización, huellas y ruinas de aquello. El impacto íntimo de los conflictos colectivos y subjetivos vividos en aquellos trances, que siguen siendo también los nuestros, en gran medida.
Intenté todo ello desde un yo confesional y oscuro, el de Godric, quizá un trasunto de mi propia conflictividad. En la psiquis de cualquier individuo de hoy está contenida y cifrada toda la aventura humana.
Temo que todo esto suene grandilocuente, como si hubiera yo escrito El Paraíso Perdido, o algo así. No me engaño… Solo faltaría. Borges declaró en cierta ocasión que nadie escribe lo que quiere sino lo que puede.
Señalas que desde tu primer poemario (Cuadernos de Godric, 1988) has mantenido una unidad. “Quizá se trate de un solo ciclo, de una sola etapa, un solo camino”, sostienes. ¿Cuál es la clave para consolidar y proyectar este andamiaje en tres décadas de trabajo?
Cuando escribí Cuadernos de Godric no era consciente de que iniciaba un ciclo. Ni entonces ni después tuve el propósito de poetizar una secuencia del drama de los desplazamientos humanos. Como siempre nos ocurre, es un camino que he hecho al andar. Antonio Machado entendió que es al volver la vista atrás que se ve la estela, la evanescente figura que cada uno va dibujando.
Quizá las imágenes grabadas en mí y en mis poemas de los viajes, o de su imposibilidad, estén conectadas con una sensación que me ha acompañado siempre: la de ir con retraso respecto a mí mismo, y el consiguiente deseo de alcanzarme algún día. Ese retraso, ese trayecto siempre faltante de mi ser, es tal vez el que inconscientemente me ha empujado a poetizar sobre el viaje, como si lo que lo que me pasaba me estuviera insinuando que la humanidad se desplaza siempre para alcanzarse a sí misma, para alcanzar su forma definitiva, su destino.
Sin embargo, con mi último libro, Pájaro de nunca volver, he tenido la sensación de un final de historia. Ahora por fin quizá sea yo mi propio contemporáneo. Por eso sé que el ciclo contenido en esta Poesía Reunida 1988-2018 ha terminado.
En el prólogo afirmas que los textos originales difieren de los que aparecen en la pentalogía. ¿Suponen una revisión, reescritura o revisitación?
Todo ello junto. Creo que un escritor tiene derecho a hacer y deshacer, reformar o destruir su obra hasta su último suspiro. La obra nunca deja de ser suya, aunque haya sido publicada. Soy de los que cree que un poema es un objeto virtual y sobre todo procesal, es decir, que hasta el lector puede modificarla.
En Días largos y otros poemas (2002) aparece otra vez Godric (figura mística y contemplativa). ¿Qué relación hay entre las características de este personaje y los mitos culturales del Mediterráneo?
Como bien dices, Godric es un personaje, el relator de las aventuras que son materia de los libros. En Días largos, Godric, personaje inspirado en un santo medieval que fue viajero y comerciante, que en la Edad Media era casi lo mismo, está en una ciudad mediterránea, que a él le decepciona: “¿Es esta la ciudad de perfecta hermosura/el goce de toda la tierra?”, se pregunta.
El Mediterráneo dio a luz las primeras grandes ciudades y es una de las grandes matrices de la civilización occidental, lo cual quiere decir que es la fuente, el origen, de lo más violento, sangriento, trágico y poderoso de la historia humana.
El Mediterráneo influye en la historia europea no solo a través de la filosofía, la literatura y la ciencia, sino también del mito y la religión. El impulso principal de la encarnizada anábasis de la humanidad quizá se encuentre en una imagen mitológica que después se convirtió en religiosa: la ascensión hacia una alta meta, que se puede finalmente denominar “dominación”, y que en caso de Sísifo es una condena. Y la persecución de algo superior que está más allá (la salvación).
No digo nada nuevo, por supuesto. Días largos no habla directamente de eso, sino, lejanamente, y como siempre, de las imágenes y los dramas psíquicos que todo ello ha incrustado en la subjetividad individual y que nos afectan incluso hoy. Al final el libro dice: “Dónde está tu sabiduría, trenzada de piel y harapos…/… tierra descubierta es tierra hundida para siempre”.
¿Consideras que Aires de Ellicott City (2006) es la manifestación de un doloroso peregrinaje psíquico-emocional, que interpela a la historia, a los mitos y a la memoria?
Le tengo cariño a ese libro. Siempre agradeceré a los editores de Candaya por haberlo acogido en su colección. Creo que sí, que es eso que tú dices. Solo que en ese momento de su aventura el personaje ha descubierto que se ha equivocado en hacer el viaje de ida, el de sus más profundas ambiciones: en pleno trayecto siente que ese viaje ha terminado y ahora tiene que volver, de pronto tiene la desesperada necesidad de volver.
Se le ha revelado que “el tiempo ha terminado” y ya no es posible el viaje, ni el movimiento: que solo nos espera la repetición. Por eso dice: “Aquí permanezco, patinando en esta greda que envejece”.
El crítico Edgardo Dobry sostiene en El País a propósito de En el próximo mundo (2011): “Es comprensible que sus libros no sean un collar de instantes inspirados sino construcciones, proyectos meditados”. ¿Qué te sugiere esta apreciación?
Edgardo tiene razón, lo cual no es sorprendente, pues él es un crítico agudo. La verdad es que siento un poco de pudor de hablar de mis libros. Rara vez concibo un poema que no forme parte de una imagen amplia, siempre muy poblada, interior o exterior, que cubre, por así decirlo, una especie de muro situado yo no sé bien dónde. Pero sé que el movimiento del que nace el poema procede de esa imagen, de ese muro desconocido, que está inserto en él y allí permanece hasta que nace el libro.
Pájaro de nunca volver (2017) es un viaje-éxodo tras la desaparición de un hábitat. ¿Representa una metáfora sobre las guerras y las crisis humanitarias de hoy (Siria, África subsahariana, Venezuela y Centroamérica)?
Sí, ese libro está también jalonado por el terrible drama de los éxodos provocados por las guerras, las hambrunas, la avaricia, el infortunio. Nuevos y crueles episodios de la interminable anábasis humana. Es la historia de siempre, la repetición de lo sangriento, del ensañamiento del mal invencible que sufren los pobres. Todo ello alimenta la conclusión final del libro, la que niega toda posibilidad de un verdadero movimiento o progreso moral en la humanidad.
¿Tus proyectos poéticos después de Poesía Reunida suponen necesariamente la apertura de un nuevo ciclo?
Este fin supone, en efecto, una especie de liberación, una apertura, como tú dices, aunque no estoy seguro de que sea para un nuevo ciclo. Lo es sin duda para nuevas exploraciones. Tengo planes, ciertas ambiciones, incluso fantasías, como todo poeta. Pero en mí todo va muy lentamente. Yo no soy ningún velocista. Ahora mismo solo pienso en un libro. Nada más. Trato de prepararme para ello.
Para cerrar, en relación con tu trabajo intelectual y literario, tras culminar tu labor con la dirección de la revista Guaraguao, que se edita en Barcelona desde 1996, ¿qué nuevos planes se avecinan? ¿Alguna antología de poetas iberoamericanos, alguna traducción al español de autores franceses o algún libro de ensayos?
Mi decisión es buscar una vida tranquila y dedicarme enteramente, hasta donde me sea posible, a la poesía, solo a la poesía.
Me hubiera gustado desarrollar un último ensayo y realizar unas cuantas investigaciones que en otro tiempo me entusiasmaron, una de ellas dedicada al carácter tan admirablemente peculiar de la obra poética femenina en Latinoamérica, pero siento que se me ha pasado ya el momento de hacerlo.